A golpe de despertador y de su sonido infernal nos levantamos cada mañana. Ataviados con la carga del dÃa a dÃa, de la monotonÃa y del ruido interior nos lanzamos a los quehaceres. Es lo previsible, está en el guión. Todo programado y en hora.
A veces pudiera parecer que la vida está vacÃa de sentido. Parece todo tan frÃo y triste. Me pregunto qué mundo hemos creado, en qué clase de personas nos hemos convertido.
Por suerte colecciono momentos. Son los que me permiten equilibrar la balanza y abofetear la realidad. Buceo en ellos y recuerdo; a mi memoria vienen tantos… Abro los ojos y aunque no haya estrellas fugaces, disfruto del paisaje en silencio cómplice. Son las tres de la tarde, suenan las campanadas y celebro un fin de año tres dÃas después.
Vaivén de olas en noche de luna llena, siluetas de montañas rojas, a lo lejos la isla vecina y sueños por cumplir. Subes al coche, abrimos el dÃa, ponemos un tango y nos comemos el mundo mientras reÃmos. Levanto la cabeza, me reivindico y sigo siendo yo mismo. Chocolate de máquina en una frÃa madrugada, vaho en los cristales y todo por delante. Suena el timbre y como cada dÃa, corres a darme el abrazo antes de marchar a casa.
Entramos en la plaza con la emoción del camino recorrido, no hay palabras. Un sorbo de vino entre plato y plato, la magia de la mirada, no existe otra cosa. Nervios en la escena, la música se esfuma efÃmera y surge el aplauso. Miles de hermosos instantes que dan vida y que todos tenemos. Hay que encontrarlos y emocionarse.
Hoy coleccionaré un momento más. Ya las palabras tornan su final en el silencio de la noche. Todo en calma; el vecindario duerme plácidamente. De fondo suena Contigo en la distancia, canta profundo Mayte MartÃn, vuela con el piano Tete Montoliu…