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DOMINGO CRISTIANO > Carmelo J. Pérez Hernández

Depende – Por Carmelo J. Pérez Hernández

   

Creo que vivimos inmersos en una deriva ética, por no decir moral, que está dando resultados muy peligrosos. Orquestada desde hace decenios por políticos y agentes sociales de todos los colores, se nos cuela en la sopa la perversa convicción de que todo depende del color del cristal con que se mire. Ni bueno ni malo, vivimos instalados en un infinito “depende”. que nos empuja a vivir en el Barrio de la Más Absoluta Perplejidad de por vida.

Y así no. De esa forma ni se crece como persona, si se avanza como sociedad, ni se aporta nada como Iglesia. Poco ayudan a la causa los partidos y los movimientos eclesiales más proclives a las rigideces mentales: el relativismo moral no se combate con la miopía vital, acostumbrado refugio de los mediocres, los perversos y los militantes de doble vida.

Este “ambiente depende” es peligroso. Muy peligroso. Lejos de lo que pudiera parecer, cuando todo vale o puede valer llegado el momento se corre el riesgo de no ser libre nunca, de no arriesgar jamás. ¿Para qué abrazar la aventura de construir la propia vida con decisiones duraderas si mi esfuerzo no tiene valor, si mañana puedo girar 180 grados y ser todo lo contrario sin que nada ni nadie sufra?

Pero no es cierto. Sufre la verdad del hombre y de la historia. Esa que tanto padece cuando quienes tienen una función ejemplarizante olvidan el mañana y se concentran en perpetrar el hoy con decisiones interesadas y el acopio de privilegios y prebendas. Miserables todos.

La Palabra de Dios pretende ser este domingo una provocación para desterrar ese “eterno depende”. Por supuesto que hay situaciones y temas matizables: casi nada es negro o blanco absolutamente. Pero el camino hacia la madurez y la tan cacareada autorrealización pasa de manera irrenunciable por abrazar las verdades más íntimas del propio ser y de la convivencia y amarlas, seguirlas y compartirlas.

Son pocas esas verdades, también es cierto. La mayor parte de nuestras certezas no son tales y en realidad nos sobran. Incluso retrasan nuestro avance. Son en realidad muletas que nos prestó el tiempo para empezar a andar, y que nosotros hemos convertido en ídolos de barro que nos atan a cuestiones discutibles y sobradamente superadas.

Pero hay pocas, muy pocas verdades, que nos hacen ser persona y cimientan nuestra comunidad. “Hombre, practica la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza. Combate el buen combate de la fe”, escribe hoy san Pablo a Timoteo. Es su resumen de grandes horizontes. Y no está nada mal.

La propuesta de la Iglesia, más allá de acentos y ofertas interesadas, no puede ser otra que la de Jesucristo: Dios y cada hombre. Ésa es mi tarea. Buscando Su rostro y acogiendo cada rostro se huye del “eterno depende” que tanto mal ha hecho a quienes estamos llamados a cruzar el abismo inmenso que separa nuestra verdad de nuestra perpetua inmadurez.

O eso se experimenta o ni siquiera el aviso de un muerto que volviera a la vida para amonestarnos serviría de nada, dice el Señor. Tal es la diferencia.

@karmelojph