después del paréntesis > Domingo-Luis Hernández

Energías renovables – Por Domingo-Luis Hernández

Pongamos que, en efecto, la historia de la humanidad ha de resumirse en el futuro por la capacidad de autoabastecimiento de los pueblos, por ejemplo, Europa autosuficiente en energía. Ese es el logro, así se pronunciará el progreso contra los infieles, bárbaros, incivilizados y atrasados; ese será el signo. De donde, cuando un ciudadano opta por semejante rigor, el Estado que arropa tal iniciativa habría de hacer una fiesta en su honor, como ocurrió en Noruega con un familiar mío, que fue al ayuntamiento a pedir licencia (como en estos arrabales) para construir (con su dinero) su casa y la alegría del alcalde alcanzó a una suma considerable en ayudas para tal menester, por librarlo de un deber de Estado. Eso, pues; así sería. Y así ocurrió hace unos cuantos años en La Laguna, cuando un ciudadano norteamericano compró un solar por encima de los bomberos, entre el puente y el almacén de Los Venezolanos, montó su casa de madera allí, dedujo que en el subsuelo había agua que le serviría para el consumo y que el viento podría proporcionarle, con el montaje del artefacto que él inventó, electricidad. No pudo ser; se lo prohibieron porque habría de consumir agua de la comunidad y la compañía eléctrica subsidiaria salió al encuentro en tanto la única energía consumible era la que ellos fabricaban y vendían. Así es que el ciudadano en cuestión reunió los bártulos y se fue con su familia a otro lugar, a un lugar en el que los derechos individuales fueran posibles y la coherencia con las propuestas desarrolladas se comprobaran.

Cuento lo que cuento porque aún andamos por ese trance. Verán. La cuestión es que mi amigo (en resultas de lo que al parecer se nos recomienda) montó en su nueva casa un sistema fotoeléctrico para abastecerse de energía. Trama gentil de los humanos inteligentes y avanzados, cual quedó dicho, porque con ello esa casa se suma al ahorro de energías fósiles y se aviene a justificar las energías limpias. Luego, mi amigo no es solo un ciudadano ejemplar sino consciente y juicioso, en tanto eso (cual quedó dicho) es lo que el Estado sin igual defiende.

Y el revés de esta historia es lo que hace gritar a las conciencias. Resulta que el conocido Ministro Soria anda en la labor de proteger semejantes iniciativas progresistas y de vanguardia. Del siguiente modo: aprobar y publicar en el BOE la Nueva Ley de Energía. Incluye esa ley un impuesto de peaje para el autoconsumo: un 27% más en la factura por kilovatio, a la que se añade la tasa mínima mensual que todos los ciudadanos hemos de pagar obligatoriamente a la compañía eléctrica elegida.

El Ministro sitúa, pues. Ningún ciudadano distinto, incluidos los que ahorran. Luego, con esas condiciones tanto da consumir energías renovables como sucias. ¿De qué preocuparnos, entonces? Idea de Estado, en fin, esa que asiste a la gran derecha de España: subterfugios sobre el pie (como el que dictan sobre el recorte de las pensiones) y defensa a ultranza de los emporios empresariales frente a los ciudadanos.

¿Y? Lo que cada día comprobamos: honor a las grandes compañías, porque sin ellas el desarrollo de España no sería posible, como honor a los bancos (cajas salvadas con mucho dinero público incluidas) porque sin ellos el sistema financiero se rompería. Es decir, señor Soria, lo hemos comprendido: trampas son trampas.