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El estigma de la política – Por Saray Encinoso

   

“Nunca he entendido por qué uno es felicitado por no volver a la política en vez de ser criticado”. Hace mucho que José María Maravall, íntimo amigo de Felipe González, dejó de ocupar cargos políticos. Puede que como muchos compañeros de lucha, sea en su bando o en otro, nunca terminara de irse de la esfera pública. Hasta los años 90 lo hizo desde la política activa; luego siguió explicando su doctrina a través de su dedicación a la sociología, la docencia y la divulgación. En los últimos tiempos se ha prodigado algo más. La razón puede estar en la publicación de su último libro, Las promesas políticas, un denso ensayo donde analiza las complicaciones actuales de la democracia y su mala imagen. ¿Existen diferencias ideológicas entre los partidos que se reparten el poder? ¿Es mejor un gobierno de coalición o uno con una mayoría más amplia? ¿Cómo crece la desigualdad en función de quien manda? Esta semana aprovechó la tribuna que le brindó El País para hablar de lo mismo, pero sobre todo de la participación de los ciudadanos en la política. Fue entonces cuando reconoció la sorpresa que le ha causado siempre la reacción de sus conocidos, y no tan conocidos, a su distanciamiento de la vida política. No se trata de un caso aislado. Ya nadie quiere saber nada de los políticos.

Mario Vargas Llosa me explicó hace algunos años, durante una de sus visitas a Tenerife, su opinión sobre esta apatía generalizada, y concluyó que la falta de ejemplaridad política era responsabilidad de todos. “Nosotros, en lugar de animar a los jóvenes brillantes a entrar en la política, les decimos a los más idealistas que es una actividad repugnante, mediocre y que hay que darle la espalda. Tenemos que convencer a las generaciones nuevas de que la política es una herramienta para cambiar la realidad pacíficamente”.

La transparencia y el rendimiento de cuentas son una necesidad si queremos que nuestra democracia funcione a largo plazo. Pero también lo es favorecer que nuestros mejores jóvenes no huyan de la política. Si no, estaremos dejando entrar a todos los Camps, Bárcenas y demás elementos susceptibles de convertirse en alimañas. Ellos no sólo podrán ser acusados con razón de esquilmar el erario público y de vivir del cuento, sino que no aportarán absolutamente nada al debate. No habrá ideas, ni sueños ni esperanzas. Es decir, no quedará nada de la política.

@sarayencinoso