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Extra̱as alianzas РPor Juan Manuel Bethencourt

   

Una película excelente, La guerra de Charlie Wilson, relata la participación entre bambalinas de Estados Unidos en la revuelta yihadista que terminó por expulsar a los soviéticos de Afganistán, y que sentó a su vez las bases, eso lo dice en el epílogo, de todo lo que vino luego, la locura talibán armada hasta los dientes por el mismo Occidente que volvió a poner a Kabul en el mapa tras el 11 de septiembre de 2001, pero esta vez para actuar contra sus antiguos patrocinados. Ha pasado más de una década y las coincidencias asoman de nuevo, en esta ocasión con motivo del anunciado ataque contra el tiránico régimen sirio, que tiene en los movimientos islamistas más radicales a un fiero enemigo. Estados Unidos y Al Qaeda, unidos en una estrategia para derribar al criminal Bachar El Asad, asistido éste por la siempre inquietante presencia de los ayatolás iraníes. Barack Obama sabe sin duda que hay aliados a los que es mejor tener muy vigilados, y es por ello que sólo propone ataques capaces de disuadir al régimen sirio de cualquier nueva represalia química contra su propia población. Cualquier otro escenario, el ataque aéreo o la invasión, ofrece riesgos inasumibles, no sólo en el plano militar, sino también en el político, porque el caos como puerto de llegada es una solución envenenada. Hay que leer las once conclusiones de Robert McNamara sobre la guerra (de haberlas aplicado él mismo, Vietnam hubiera sido mucho menos cruento) antes de ponerse manos a la obra en un escenario tan comprometido, que implica a su vez a dos enemigos irreconciliables, Israel e Irán. La primera de esas lecciones dice: empatiza con tu enemigo. ¿Quiere Obama derribar de verdad el régimen sirio? ¿Entiende El Asad que materializar su amenaza de respuesta contra Israel supondría su final? Cuando viene la guerra uno no puede fiarse de nadie, porque el aliado de ayer es el enemigo mañana. Miren si no la peculiar situación del debate político en Occidente: se ha pergeñado otra extraña alianza entre los más pacifistas entre los pacifistas y los halcones del Partido Republicano de EE.UU., los que impulsaron la invasión de Irak y que ahora se oponen a toda intervención con la única intención de disparar contra el presidente que les desalojó de la Casa Blanca. ¿Y los cien mil muertos? Pues muchas veces no están en el primer lugar de la agenda. Y hay ciertos principios que es preciso mantener si queremos hablar de civilización. Uno de ellos: no se puede permitir a un tirano gasear a su gente a discreción. Sólo esto justifica los pasos que da Obama.

@JMBethencourt