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J. C. Francisco IV – Por Carmelo Rivero

La línea argumental de José Carlos Francisco ha sido hasta ahora postular reformas que nos desentumeciesen de una esclerosis insular estupidizante proa al marisco. Aquí, el empresario vivía feliz adherido a su güisqui en la avenida de Anaga viendo pasar las horas, con la panza flotante de media tarde. Pero en el nuevo libro del presidente de la CEOE de Tenerife, recién salido del horno, Canarias. La transformación, ya no retozan las reformas alegremente. Al autor se le indigestan los tópicos cuando se junta el hambre con las ganas de comer, “la crisis de nuestras vidas”. Lamenta defraudar a los fans de la fábula de la diversificación, en la que no cree, y le complace provocar a ecologistas y antimilitaristas embarullándoles los dogmas. Político antes que gurú y mosca cojonera, ha tejido en quince años una tetralogía que hace de él un rara avis que escribe “caliente” y tienta al diablo cuando defiende una base militar fructífera. Mandaría la Ley de Directrices tocatelendengues directamente a la papelera y haría acupuntura urbanística antes que planes nuevos que tardan la intemerata. Decir que sajaría el número de ayuntamientos por la mitad y sobran cinco mil almas públicas es exponerse a los pitones del toro, y este hombre no es el Cordobés, pero ejerce, como un keynesiano indignado que aboga por una “salida rabiosa, que no violenta”. Según la ley demográfica canaria (cada 50 años se duplica la población), en 2050 seremos 3,4 millones, esa noticia nos da. Y otras: “el estado número 13” (turísticamente) es el headquarters (cuartel general) ideal de las multinacionales en África. El autor, un compulsivo lector de economía, palideció cuando tuvo la visión de la crisis, atestado de información; entonces, le dio la razón a Heráclito de Éfeso: “Todo se transforma sin cesar”. Este libro nos convierte en guerreros de la transformación, sin asentir a Krugman que dijo que de las crisis se sale con una guerra. “La reforma”, escribe Francisco sin apagar el puro, “es un maquillaje, un tratamiento de botox, la transformación sería un cambio de sexo”. Por si un día Canarias decide llamarse Chelsea.