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Joan Manuel Serrat – Por Luis Ortega

Asume una dolencia puntual con lo que unos llaman esperanza y otros confianza en sus propias fuerzas. Con fondo musical de Serrat, mi compadre declaró su hartura de informaciones y opiniones sectarias que tensan el parche del tambor para subir el ruido que perturba la convivencia de gentes y grupos distintos y compatibles en democracia. Desde su distancia, ve el patio igual de revuelto; “la vacación -dice- sólo sirvió para reponer fuerzas para el combate” y nadie da el primer paso para acercar criterios en reformas que, sin acuerdos de amplia base, repetirán el rechazo partidario y, por tanto, la misma provisionalidad de las leyes a sustituir. Con la baza de la cadena humana, la Diada 2013 cumplió su objetivo y la reclamación secesionista tuvo colas previsibles y censurables: la quema de banderas y las pasadas verbales; lo nuevo fue la violenta invasión de la sede de la Generalitat por fascistas que agredieron a los asistentes, autoridades y catalanes de a pie residentes en Madrid, y abortaron su fiesta nacional. Pero la rápida actuación de la policía (que identificó y detuvo a varios de los terroristas), las previsibles consecuencias penales y la condena unánime de los partidos abre una ventana de leve ilusión para el futuro. Hay que valorar la prudencia de las reacciones del gobierno en la defensa de la legalidad y en la disposición al diálogo; en cuanto a CiU, la pertinaz y educada discrepancia y, además de las cartas sin acuerdo, próximas y discretas negociaciones entre Mas y Rajoy; por otra parte, tras sus públicas tensiones, la mejoría en las relaciones entre el PSC y el PSOE sobre la alternativa común del federalismo. Estos síntomas pueden alumbrar razonables en un conflicto histórico -la situación de Cataluña en el estado- que exige buena voluntad y cesiones de todos. La fórmula del diálogo podría suplir al vigente Y tú más, y vincular, con altura de miras, a todos los partidos para atender cuestiones pendientes: la reforma constitucional, cuya demora perjudica a estado y comunidades; y la consensuada redacción de leyes que garanticen los sistemas públicos de educación, sanidad, pensiones y servicios sociales; porque cualquier imposición en estas materias debilita, desde su nacimiento, las nuevas normas y las somete al albur de futuros cambios. “Todo tiene salida -aseveró mi amigo- porque lo importante, como dijo el Noi de Poble Sec, un poeta con sentido común, no es lo que te ocurre sino cómo lo afrontas”.