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La nívea chaqueta del camarero – Por Rafael Torres

   

El mismo día en que se publicaban los resultados de un informe según el cual la mitad de los españoles seremos pobres de pedir en 2025, se conocía el monto de lo que Díaz Ferrán ocultaba para el eludir el pago a sus acreedores tras la quiebra inducida de Marsans: 88 millones de euros, unos 15.000 millones de pesetas. O dicho de otro modo: ¿a cuantas personas es capaz de empobrecer cada uno de esos depredadores sociales? Los millones de Bárcenas, los de Urdangarin, los esfumados de las Cajas de Ahorros, los de las autopistas radiales, los de los aeropuertos sin aviones, los arrojados al horno de una candidatura olímpica tan contumaz como necia, los retraídos de la Sanidad y la Educación públicas, ¿cómo no van a dejar un pavoroso rastro de miseria, una legión de pobres? Sólo con que los ladrones de guante blanco devolvieran el botín, y con él se restituyera lo robado a instituciones públicas y a particulares, España no sólo se ahorraría la abominación y la vergüenza de regresar a los años del hambre, sino que nos sobraría para unas cañas, para muchas cañas con tapa y todo. Sólo con eso y con la remoción previa, claro está, de éste Gobierno que, como los anteriores pero más a lo bestia si cabe, sirve en exclusiva a los intereses de la plutocracia. Un gobierno que no dimite ante la sola perspectiva de que su política genera un futuro de miseria, de ignorancia, de desigualdad creciente y de opresión, un futuro de enajenación de los grandes recursos nacionales, de postración, de pobres y ricos, de amos y esclavos, de marginalidad y de injusticia, no es merecedor de representar ni dirigir a un pueblo, el español, que con todos sus defectos y limitaciones, nada tendría que envidiar a ningún otro, ni al más próspero, si le fuera dado el milagro, el prodigio histórico, de desembarazarse de los pésimos y rapaces dirigentes que desde el albor de los tiempos ha tenido que sufrir. En oscuros despachos de caoba se ha decidido que en 2025 la mitad de los españoles seremos pobres. Es más; que seremos los pobres de Europa. Y los más enfermos. Y los más ignorantes. La nívea chaquetilla del camarero disimulará su delgadez ante el rosado teutón que se repantigue en nuestro balneario. De las pesadillas puede despertarse. ¿Y de una realidad de pesadilla?