X
el fielato > José David Santos

Perro del hortelano – Por José David Santos

   

La imperiosa necesidad de cambiar o experimentar nuevas sensaciones producto de nuevos retos es lo que ha impulsado a las sociedades. Siempre hubo en la tribu alguien a quien se le ocurrió que sí que estaba muy bien eso de perseguir bisontes hasta que acababan agotados para poder cazarlos, pero que igual era más eficaz (y cansado) poner trampas. Hubo un día a quien le pasó por la cabeza que sería buena idea crear un sistema de intercambio de información (apuntes de la universidad) a través de internet y con acceso limitado a los que pertenecieran a un particular club de amigos. Son esos inquietos, esos que proclaman siempre que algo puede ser mejor o distinto de lo que ya tienen los que, en el fondo, mueven el mundo. Enfrente están los que no, los que piensan que el cambio y la evolución son malos y que a los revolucionario hay que pararlos que son gentes que no creen en la tradición y bla, bla, bla. En medio hay una multitud que transita por la vida con otras preocupaciones e inquietudes. Si bien no dan el salto porque no ven el fondo, tampoco impiden que otro lo dé, no tanto por desidia o cobardía, sino porque no se creen capaces de una cosa, ni con autoridad (moral o legal) para la otra. Por eso detesto a esa especie de híbrido que, resumiendo, “ni come ni deja comer”. Son esos incapaces -por falta de talento o energía- que se dedican a torpedear todo aquello que huele a avance, a riesgo, a impulso… de otro. No son de la especie reaccionaria por convicción, no. Son peores. No se mueven por el miedo a lo desconocido, sino que van por la vida poniendo palos en las ruedas de los que lo acompañan. Son tristes especímenes que todos conocemos y que esa inmensa mayoría silenciosa sí que no debería permitir. Respeto al iluminado que se lanza en pos de un sueño o una idea, y comprendo al temeroso ante el cambio, lo que resulta incomprensible y perjudicial es el moderno perro del hortelano; chismoso y envidioso él.

@DavidSantos74