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Pietro Parolin – Por Luis Ortega

En unos días sabremos si el flamante Nobel de la Paz impulsará su primera guerra en respuesta al uso de armas químicas por el ejército sirio contra la oposición. La condena unánime a la represión de Bashar al Assad no se compadece con el traspié de Cameron en el Parlamento británico y con las reticencias que Barack Obama encontró en su propio partido y en el frente republicano, “más interesado en su desgaste que en el atropello humanitario. Pero nuestro poder está basado en nuestro ejemplo de democracia, por eso pediré la autorización del Congreso”. El costoso error de Irak pesa tanto en la opinión mundial que, pese al abominable crimen (más de mil ciudadanos fueron gaseados por orden del sátrapa) desató una ola de consideraciones moderadas entre los mandatarios europeos que, con mención o sin ella, recuerdan las continuas y costosas secuelas de la famosa guerra preventiva que desató el Trío de las Azores. El paréntesis anunciado desmoralizó a la oposición siria, convencida de la inminencia de un ataque occidental liderado por Estados Unidos, pero coincidió con las matizaciones y garantías de líderes de la Unión Europea, partidarios de sanciones económicas antes que de la intervención armada. En cualquier caso, Obama recordó que “América cumplirá con sus responsabilidades, porque no podemos permanecer impasibles ante el mundo mientras un dictador gasea a sus ciudadanos sin pagar por su terrible delito”.

Asimismo y, desde la posición clara y firme que se esperaba, el papa Francisco condenó -con el mismo brío que su antecesor Karol Wojtyla- cualquier acción bélica, la barbarie perpetrada contra los opositores al régimen y abogó por el diálogo: “Queremos un mundo en paz, que en nuestra sociedad, destrozada por divisiones y por conflictos, estalle la paz; nunca más la guerra”. Para reforzar este mensaje convocó para el próximo 7 de septiembre, “víspera de la Natividad de María una jornada de ayuno y oración por la paz en Siria, en Oriente Medio y en el Mundo”. Detrás de la decisión de este pontífice, que siempre sorprende de modo positivo, los observadores vaticanos advierten los sabios oficios del nuevo Secretario de Estado Pietro Parolin (1955), que, pese a que no tomará posesión hasta el próximo 15 de octubre, ha sido desde la elección del cardenal Bergoglio uno de sus más influyentes asesores en política internacional y “ha desempeñado con firmeza y exquisitez la nunciatura en la compleja República Bolivariana de Venezuela”.