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El silencio no es rentable – Por Francisco Pomares

   

La ciudad de Santa Cruz convive con su refinería desde hace más de 80 años, sin que en ese tiempo -a pesar de algunos accidentes graves que afectaron a las propias instalaciones, pero no a la ciudad- se haya conocido hasta ahora una situación de peligro real para la vida, más allá de los riesgos de una industria que procesa combustible muy volátil y esta instalada en la misma entrada de Santa Cruz, entre sus dos principales vías de acceso, desde el Norte y desde el Sur. Esos riesgos existen y son conocidos, y existe un plan de emergencia -que algunos consideran obsoleto- que prevé distintas eventualidades. Aparte, claro, están las incomodidades, molestias, olores y problemas de salud que producen las emisiones de dióxido de azufre, dióxido y óxido de nitrógeno, monóxido de carbono y benceno. Ahora se ha sabido que -según los informes de la empresa que controla la calidad del aire, una empresa privada que recibe parte de la información que utiliza de la propia refinería-, en 2012 la planta superó hasta en 25 ocasiones el límite legal máximo de emisiones contaminantes.

Eso ha llevado al Ayuntamiento de Santa Cruz a pedir a CEPSA que rebaje en casi un tercio las emisiones de dióxido de azufre. Esas informaciones sobre el incumplimiento reiterado por la refinería de Santa Cruz de Tenerife de los límites establecidos a las emisiones contaminantes, sumadas a los rumores sobre el cese del refino durante las últimas semanas y -sobre todo- la reciente denuncia presentada por Ciudadanos de Santa Cruz de Tenerife y hecha suya por la Fiscalía, están provocando un enorme revuelo y alarma social en la capital. En la denuncia de la Fiscalía se plantea la existencia de un vínculo directo entre las emisiones contaminantes y la muerte de algunos vecinos, un asunto que habrá que probar y que jamás se había planteado con tanta crudeza, negro sobre blanco. El problema es que la refinería no ha hecho hasta ahora el más mínimo comentario o mentís al respecto, y mantiene una actitud de absoluto silencio ante las informaciones, lo que no alivia en nada la alarma de los vecinos. Uno puede entender que la propiedad de la refinería -que hoy es cien por cien propiedad del emirato de Abu Dabi, a través de un fondo de inversión petrolero- no esté demasiado interesada en dar explicaciones a los vecinos de Santa Cruz. Quizá esto les cae muy lejos y esperan sólo a que el humo tóxico de estas informaciones se disipe por sí mismo. Pero hay una vieja máxima de la comunicación que asegura que “el silencio no es rentable”. CEPSA haría bien en tomarse la molestia de dar algunas explicaciones.