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El sueño encadenado – Por Antonio Casado

   

La llamada fiesta nacional de Cataluña estuvo marcada este año por la cadena humana que recorrió de norte a sur esa comunidad autónoma. Manos encadenadas al sueño independentista que esperan convencer al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, de que los catalanes quieren decidir “legalmente” su futuro en un referéndum. Con más o menos discreción, Rajoy ya le ha dicho a Artur Mas, con mucha razón y poca emoción, que ciertos límites no pueden sobrepasarse. Por supuesto. Están perfectamente regulados en los artículos 2 y 92 de la Constitución Española, mayoritariamente votada por los castellanos, los gallegos, los vascos, los catalanes, etc. De la lectura de ellos se desprenden dos cosas. Una, la soberanía nacional es única e indivisible. Otra, la convocatoria de un referéndum con opción a dividirla no cabe. He ahí las barreras legales que solo pueden ser abatidas mediante una reforma previa de la Constitución. Ahí está la democrática, legal y posible vía catalana hacia la independencia. Incluso a partir del argumento central invocado por los nacionalistas y, de modo específico, por el presidente de la Generalitat. Me refiero al pensamiento de Artur Mas cuando afirma: “El Gobierno de Rajoy debe comprender que en el siglo XXI las urnas son la solución y no el problema”. Exacto. Aplíquense el cuento los nacionalistas y sus líderes a la hora de buscar en las urnas y en el resto de fuerzas políticas el apoyo suficiente para hacer legalmente posible el sueño de convertir a Cataluña en una unidad de destino en lo universal. Y mientras tanto, la apuesta más razonable es la del diálogo que sirva para frenar esta absurda deriva soberanista que augura todo tipo de males sin mezcla de bien alguno. Sin olvidar la necesidad de potenciar y difundir la posición de la llamada mayoría silenciosa, en la que militan calladamente quienes siempre han sentido que lo catalán y lo español han forjado su identidad a lo largo de la historia.