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La violencia en el fútbol – Por Sergio García de la Cruz

   

Disturbios, pánico, accidentes… son hechos que han dejado una marca imborrable en el fútbol. Un deporte que desata pasiones, muchas veces fanáticas e incontroladas. Sucesos como el del 9 marzo de 1946 con 44 muertos y 500 heridos en una pelea multitudinaria; el del 20 octubre de 1982 con 340 muertos y 1.000 heridos en Moscú por una avalancha; o por un incendio como el de 1985 con 53 muertos y más de 200 heridos en Inglaterra; también el de 11 abril de 2001 con 43 muertos y 150 heridos en Sudáfrica por un exceso de público; o el de Guatemala en 1996 con 80 muertos y 180 heridos al superarse el aforo por la venta de entradas falsas. Y la lista continúa.

En España la Ley 19/2007, de 11 de julio, contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el deporte y su posterior Reglamento del 2010 marcan un antes y después. Pero, toda normativa cae en saco roto si no se aplica en su totalidad y en este tema en concreto se hace imprescindible la colaboración de los ciudadanos para evitar a grosso modo estos desagradables sucesos.

El director de seguridad es una figura obligatoria en las competiciones de categoría profesional de fútbol, pero no solamente esta obligación es la que nos debe motivar a contar con esta magnífica figura sino que también debe prevalecer el hecho de que nos dará la tranquilidad necesaria.

Un buen director de Seguridad irá más allá de lo requerido por la normativa mencionada, aplicará su profesionalidad en favor de una seguridad eficiente. La prevención será su mejor gestión, no cabe duda, solo cuando esta funciona eficientemente el espectáculo está garantizado. Sabrá analizar los factores ambientales que favorecen la aparición de la violencia. Es sabedor de que si el nivel de agresividad aumenta en el terreno de juego también lo hará en el público o que las grandes distancias dificultan el traslado de aficionados del equipo visitante y esto es importante en cuanto al análisis de la violencia o que el traslado hecho por un medio de transporte hasta el estadio aleja los problemas. Es importante el control y la actuación con las personas violentas, ya que son grandes reincidentes. La publicidad anterior al encuentro tiene un efecto importante en su posterior desarrollo, por ello, el comportamiento de personajes públicos tiene mucha trascendencia en los espectadores al igual que la influencia de los medios de comunicación. Por lo tanto, una buena seguridad no solo se trata de aumentar el control policial, separar los grupos violentos o el aumento de sofisticados sistemas de control, si no de difundir una buena imagen y un buen ejemplo a la población.

La violencia y el deporte son incompatibles, de esto nos debemos concienciar todos; existe una relación muy estrecha entre la impulsividad y la violencia de masas. Se produce un binomio de provocación-reacción que fluye en ambos sentidos, la persona impulsiva salta ante la influencia de sus iguales o su actuación no viene precedida por la ella sino que es contagiada a los no impulsivos.

Los árbitros no se escapan de esta violencia. Cuando se produce una derrota existen ciertas atribuciones generales que dan una explicación de ello: mala suerte, juego sucio y la más importante: un mal arbitraje. Esta última genera violencia “justificada” se ve como una respuesta legítima ante una ilegítima que no queda más remedio que aplicar por el principio acción-reacción/respuesta-conducta.

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