En Bruselas son muy estrictos con el uso de los fondos públicos que maneja la Unión Europea. Todo lo que no se gaste en el mantenimiento de la corte imperial comunitaria, sus eurodiputados, comisarios y altos funcionarios, debe ser controlado escrupulosamente.
La visita a Canarias del comisario de Agricultura, Ciolos, se ha interpretado como un trabajo de inspección para ver si nos estamos gastando adecuadamente los 260 millones de euros del Posei (un programa de ayudas para compensar la insularidad y lejanÃa de las islas). Pero no hay nada de eso. Todo el pescado está vendido. Canarias tiene un coste razonable para los euroburócratas que irán aplicando los recortes lenta y suavemente en una muy civilizada y europea manera de irnos dejando lentamente con menos ayudas. De momento la cosa seguirá como está.
¿Y cómo está? Pues de culo y cuesta abajo. La agricultura no hace más que caer en su peso en el PIB canario y destruir empleo. AtraÃdos por las subvenciones a la exportación, nadie se ocupa del abastecimiento del mercado interior. La empresa agrÃcola más importante de las islas opera con sede en Madrid, hace sus campañas de publicidad con una firma de Valencia y tiene de socio a una gran multinacional. Y pese a que hay millones que subvencionan varios productos de primera necesidad, la cesta de la compra en las islas es al menos tan cara como las más caras del territorio continental.
Canarias nunca será una potencia agraria. No tenemos suelo, ni agua abundante. Por eso la estrategia de su agricultura debiera orientarse al abastecimiento de un mercado interno, que se nutre principalmente de importaciones. El estrellato del plátano se ha comido el protagonismo (y las ayudas) de otros productos de exportación, como flores y plantas. Y décadas después de nuestra integración en la UE, el resultado de tantas ayudas, programas y estrategias, es que el sector camina hacia su extinción y sólo se mantiene por la respiración asistida de las subvenciones.
La agricultura tiene un valor paisajÃstico relevante para una tierra que vive de atraer una docena de millones de turistas cada año. Y podrÃa servir al abastecimiento de productos frescos de esos consumidores que constituyen un mercado cautivo. Pero nada de eso se puede construir sobre la dependencia de ayudas europeas, sino sobre el talento, la capacidad y la decisión de los propios agentes de la economÃa de las islas. El dolce far niente del campo canario tiene fecha de caducidad, visitas aparte.