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A vueltas con el federalismo – Por Juan Hernández Bravo de Laguna

   

Esta semana, en una entrevista en TVE, el secretario de Organización del PSOE, Óscar López, ha vuelto a insistir en que el modelo que su partido quiere para Cataluña es un modelo federal. Es la misma idea que su secretario general, Alfredo Pérez Rubalcaba, viene repitiendo desde hace tiempo. “Queremos una reforma federal de la Constitución, que garantice que podamos seguir viviendo juntos”, asegura López. En este sentido, ha recordado que el PSOE no está de acuerdo con el derecho a la autodeterminación que invocan los nacionalistas catalanes, y que la reforma federal que proponen los socialistas tiene el objetivo de “mantener a Cataluña dentro de España”. Se trata de llegar a “un modelo que garantice la igualdad y la diversidad”, ha reiterado. Además, en relación al diálogo que el presidente de la Generalitat, Artur Mas, y el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, mantienen en torno a la consulta independentista que plantea el Ejecutivo catalán, Óscar López ha mostrado su preocupación porque “ante un reto de tal magnitud” tan solo se hayan cruzado dos cartas en dos meses. “Mas va camino a ninguna parte y Rajoy esconde la cabeza”, afirma el secretario de Organización socialista.

El martes pasado Rajoy volvió a ofrecer “diálogo” a la Generalitat, aunque, una vez más, no precisó sobre qué asuntos concretos, como le reclamaron CiU y el PSOE. El presidente del Gobierno insistió en que estos asuntos concretos se encuentran incluidos en la carta que ha enviado a Artur Mas y en la que descarta un diálogo sin fecha de caducidad.

El primer comentario que suscitan las palabras del dirigente socialista es que representan la peor tradición de nuestra cultura y de nuestra política; representan la falta de lealtad institucional y de sentido de Estado, el aprovechamiento miserable de un conflicto que afecta a España en su conjunto y a todos los españoles para hacer política partidista y atacar al Gobierno, al que se coloca al mismo nivel que al independentismo catalán y al que se hace igualmente culpable de la situación. Lo mismo ocurre con el problema irresoluble de Gibraltar: cuando oímos hablar de la Roca a los líderes de los partidos de la oposición nos parece que estamos oyendo a políticos gibraltareños. Solo les traiciona el acento. Adoptan posiciones coincidentes con las gibraltareñas y critican al Gobierno español como lo hacen las autoridades del Peñón. ¡Qué diferencia con la política británica y la unidad de todos sus partidos en los asuntos de Estado! Por eso los británicos son lo que son y los españoles somos lo que somos.

La segunda crítica que merecen las palabras de Óscar López y Pérez Rubalcaba, y, en general, las posiciones socialistas respecto a Cataluña son sus apelaciones y propuestas vacías de contenido sobre el federalismo. Porque proponer el federalismo como solución es no decir nada y, lo que es peor, tratar de enredar el problema, confundir a los ciudadanos y engañar a la opinión pública. Todos los especialistas españoles y extranjeros se muestran de acuerdo en que la polémica -o el debate- sobre el carácter federal del Estado de las Autonomías no tiene contenido y es estéril e innecesaria, porque España es materialmente un Estado federal. Los elementos federales se encuentran intensamente presentes en el modelo autonómico español y, al final, todo se convierte en una mera discusión nominalista, a las que tan aficionados somos los españoles, que creemos que por cambiar el nombre de la cosa cambia la cosa misma.

Como estamos viendo, también el nominalismo es muy caro a los políticos y los partidos, que lo utilizan para confundir a los ciudadanos y desacreditar a sus adversarios. Es cierto que están pendientes la siempre aplazada -y manipulada- reforma del Senado y algunas otras cuestiones, pero esas asignaturas sin aprobar no afectan sustantivamente a la naturaleza federal de la actual España. Un Estado que, además, continúan los especialistas, es uno de los Estados más descentralizados del mundo, si no el que más.

Opiniones poco informadas -o interesadas- confunden federalismo con grado o intensidad de descentralización política, con cantidad o calidad de competencias transferidas y con ciertos sistemas de financiación. Nada más lejos de la verdad. Desde una perspectiva comparada, contamos con elementos suficientes para concluir que -repetimos- España es hoy en día uno de los Estados más descentralizados del mundo, si no el que más, y que los Estados-miembros de muchos Estados formalmente federales quisieran contar con las competencias y la financiación con que cuentan muchas de las Comunidades Autónomas españolas, empezando por Cataluña y el País Vasco.

Los nacionalistas catalanes ya tienen el federalismo y no lo quieren. Quieren la independencia. Y la quieren pase lo que pase con el federalismo y haga lo que haga España. Y hay que apresurarse a aclarar que esa independencia es un objetivo político legítimo, que no necesita justificarse con coartadas ni supuestos agravios, siempre que se persiga con respeto absoluto a la legalidad constitucional. Pretender imponerlo en contra de la Constitución y la Ley se llama golpe de Estado. Por muchas vueltas que le demos al federalismo.