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Un lugar para la alegría – Por Juan Pedro Rivero*

   

No hace mucho que le escuché a una alumna algo así como que todo el año anhelaba la llegada de las vacaciones y que, esa semana, para la que ahorraba mes a mes, y bajo la forma de un viaje preparado con todo detalle y vivido en la mejor compañía, le daba, sin duda, sentido al esfuerzo y al trabajo de todo el año. No anhelo, tal vez, un viaje, pero sí que tengo anhelos concretos que se me aparecen como fuente de la alegría deseada. Como si hubiera momentos alegres y otros que no lo son. ¿Es un momento la alegría? ¿Es posible que esta sea algo más que un momento o un estado transitorio? ¿Tiene la alegría un lugar concreto? En estas estaba, cuando me enteré del título de la Exhortación Pastoral del Papa Francisco con ocasión de la clausura del Año de la Fe, el pasado domingo. “Evangelii Gaudium” son sus palabras iniciales. El gozo del Evangelio. ¡Qué falta nos hace a todos convertirnos al gozo y a la alegría! En ocasiones nuestros mensajes no convencen porque no producen alegría; porque no son noticias buenas, no son evangelio. Van sobrados del exceso de la congoja y la tristeza como el camino normal para descubrir a Dios. Y resulta que Él se nos ha manifestado como fuente de gozo y alegría, de tal manera que, si no fuese así, no será el que se ha revelado en la Escritura. La alegría es una actitud que puede ser estable. Que debe ser estable. Independiente del dolor y del trabajo. No es una locura pensar que la alegría es la forma más humana de habitar la vida. El gran pecado es apagar la alegría en el corazón de un ser humano con una actitud personal destructiva. Impedirle alcanzarla o privarle de conocer la fuente de la misma. Podemos equivocar el camino buscándola donde no está, pero qué terrible sería que nos impidan la capacidad de buscarla con decidida intención. No podremos tocar todos los días la pandereta, pero hay lugar para la alegría. No me llames demagogo. Ya sé cuál es el peso real de tanto dolor humano que nos rodea. También conozco ese color de la vida. Pero la cruz y la alegría no están enfrentadas. No lo están, si uno la busca donde en verdad ella está.

*RECTOR DEL SEMINARIO DIOCESANO
@juanpedrorivero