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la guerra de sidi ifni / sáhara 1957-1958

El primer salto paracaidista en acción de guerra

   

en los dos círculos de la imagen se observan las explosiones del bombardeo de los Heinkel en el momento del salto paracaidista en Tiluin, en una foto tomada por Antonio Pérez Pérez, policía en Ifni. | DA

En los dos círculos de la imagen se observan las explosiones del bombardeo de los Heinkel en el momento del salto paracaidista en Tiluin, en una foto tomada por Antonio Pérez Pérez, policía en Ifni. | DA

ANTONIO HERRERO ANDREU | Santa Cruz de Tenerife

Su santidad el papa Juan XXIII, en una audiencia a paracaidistas les dijo unas palabras que están esculpidas no solo en oro sino también en el corazón de los soldados y estas fueron sus palabras: “… Muchachos, tened cuidado de que con tanto bajar del cielo en paracaídas no os olvidéis de que tenéis que subir a él…”. Gran verdad lo que expresó este apóstol de la santidad, tan recordado, admirado y querido por todos.

La gesta de 75 hombres
En los últimos días de noviembre de 1957 el Estado Mayor del Gobierno general de Ifni y Sahara redacta una orden con el fin de reforzar el puesto de Tiliuin y salvarlos del asedio que sufrían por parte de las bandas rebeldes del Ejército de Liberación marroquí. Lo más rápido y eficaz tenía que realizarse por medio de un desembarco aéreo. Para dicha misión se designó a la séptima Compañía de la II Bandera paracaidista del Ejército de Tierra para el lanzamiento, pero apareció un problema, cual era que toda la Bandera deseaba participar en dicho salto, hasta los que se encontraban de baja salieron en estampida para la citada operación. Finalmente solo serían 75 paracaidistas de la mencionada séptima Compañía. Esta estaba compuesta por el entonces capitán Juan Sánchez Duque y los tenientes Gustavo Calvo Goñi, Pedro Soto del Río y Juan García Andrés.

La madrugada del 29 de noviembre los oficiales se reúnen con su capitán y se dictan las normas para la ejecución de dicho salto, en cuya compañía iba un tinerfeño, Emilio Pascual Hernández.
Para la ejecución de dicho salto se dictan las normas de este primer salto de guerra. El capitán Sánchez Duque, un auténtico soldado experimentado, viendo las caras de aquellos jóvenes paracaidistas se puso a cantar “… Cuál será la que me mate a mí, cuál será, cuál será…”. Conocía a sus muchachos y sabía cómo ganárselos. Era de los que pregonaban con el ejemplo, no aquello de “… Vayan, por el contrario ¡Vamos!…”. Así lo querían y adoraban a este jefe, que era como un padre.

Las normas eran de este primer salto de guerra, la zona de lanzamiento debía ser frente a la fachada principal del puesto de Tiliuin, y la altura del lanzamiento sería de 200 metros, algo fuera de lo normal, cuando lo correcto son 400 metros. Allí en el exterior del acuartelamiento aquellos 75 jóvenes no podían disimular el nerviosismo. Las palabras que les dirigió su comandante-jefe de la II Bandera, Tomás Pallas Sierra, todavía les puso a flor de piel lo que les dijo: “… Desde el puesto de Tiliuin han pedido ayuda, y esa ayuda solo puede ser llevada a cabo por aire…”. En el rostro de algunos jóvenes se resbalaban unas lágrimas cuando su comandante les expresó: “… Quizás no os vuelva a ver, pero sabed que siempre os llevaré en mi pensamiento…”.

Para realizar una descripción del puesto de Tiliuin, este era un puesto fronterizo al sur del territorio, próximo al territorio de Marruecos y muy cerca de aquí era donde el Ejército de Liberación marroquí tenía su cuartel general. El puesto de Tiliuin estaba al mando del teniente Juan Pradillo Lozano, del grupo de Policía de Ifni, junto estaba una guarnición de 22 soldados de tiradores al mando del teniente, José Alvar Espronceda, y con ellos once soldados de Policía. En dicho puesto habían varios civiles, eran el maestro albañil, Bartolomé Beltrán Llompart; dos ayudantes de albañil y dos mujeres, los cuales en los días que duró el asedio tuvieron un comportamiento ejemplar. Los soldados para los guardias tenían la fiel compañía de un perro que con su olfato excepcional avisaba con antelación de la proximidad de los moros, que parte del aviso en algunos casos salía raudo y veloz a tratar de clavarles sus colmillos.

Copia de la carta que el Gobierno de Ifni les lanzó a los defensores de Tiliuin desde un Junkers. | DA

Copia de la carta que el Gobierno de Ifni les lanzó a los defensores de Tiliuin desde un Junkers. | DA

La salvación llega del cielo
Mi buen amigo Alfredo Prieto Villota (q.e.p.d.), componente de este salto, iba en la sección del capitán Juan Sánchez Duque, y en unas memorias que escribió relata con claridad y hasta con emoción el nerviosismo, pero sobre todo el orgullo de ser los que iban a pasar a la historia como los primeros en saltar en acción de guerra, para salvar a sus compañeros de Tiliuin, así lo recordaban: “… Estando formados en la madrugada del 29 de noviembre de 1957 para embarcar en los Junkers, tras las palabras de nuestro comandante, allí se palpaba un silencio sepulcral. Tal es así, que el Pater, el entonces teniente capellán, Pablo Cabrera Arias, iba administrando la confesión a los que lo deseaban. Yo fui uno de ellos y valga la verdad que una vez me confesé y sentí una paz enorme, sabiendo que quizás no volviese aquella confesión me encontré con gran alivio conmigo mismo. Tras embarcar los 75 hombres en los Junkers y una vez embarcados con el armamento y la munición al completo, rancho en frío al llegar a la altura de Tiliuin se encendió la luz roja avisando que había llegado ese gran momento, tras realizar dos pasadas sobre Tiliuin y lanzar los botes de humo, empiezan a saltar y lo primero que escuchan es un ruido ensordecedor de los Heinkel ametrallando y bombardeando el perímetro a ambos lados del lanzamiento para hacer huir al enemigo que a su vez estos lanzaban ráfagas de ametralladora y algún mortero, afortunadamente sin hacer bajas a los paracaidistas…”.

El salto fue todo un éxito, tan solo dos lesionados, Pedro Enrique bueno y Santiago Moncada Navas, el resto se iban reuniendo junto al banderín de la compañía, punto de reunión, de aquí corriendo a todo meter y silbando los proyectiles de los moros por encima de sus cabezas, había que llegar al puesto lo antes posible, como así fue, el recibimiento fue imposible de relatar, abrazos de los sitiados, lágrimas y la seguridad de que estaban de momento salvados.

Desde el día 29 de noviembre, paracaidistas y el puesto de Tiliuin estaban cercados por los moros, hasta que a lo lejos se escuchaba las notas de un cornetín. Cuando ya se aproximaban eran fuerzas de la Legión que acudían a rescatar a los sitiados de Tiliuin.

El peligro había desaparecido por completo, los legionarios habían acosado a las bandas rebeldes del Ejército de Liberación marroquí, arrasando todo lo que encontró a su paso, incluso los había perseguido fuera de la frontera. Una vez reunidas todas las fuerzas, se procedió a minar con granadas de mano el fuerte para volarlo. El 4 de diciembre es cuando reunidos inician el regreso a Sido Ifni, no sin antes pasar a reunirse con los compañeros de la sección Ortiz de Zárate, transportando los cadáveres y los heridos y supervivientes. Momento difícil de narrar, aquel encuentro con los compañeros que habían visto la muerte muy de cerca. Aún recuerdan aquel lanzamiento desde un Junkers de víveres, munición y una carta manuscrita del general gobernador, Mariano Gómez-Zamalloa, que así decía: “… ¡Españoles! Tenéis que saber que la abnegación, valentía y valor insuperable que habéis demostrado en la defensa del honor de la patria está causando la admiración del mundo entero, el respeto del enemigo y el orgullo de todos nosotros. Ya falta poco para que os saquemos de esas posiciones, que han sido testigo de vuestro heroísmo. La nación entera está pendiente de vosotros y os manda fuerzas, aviones y barcos que de momento alivian vuestra situación y bien pronto os sacará de ella…”.

Al final de esta carta, firmaba de puño y letra. “Os abraza vuestro general, Zamalloa…”.