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El fiasco Eurovegas – Por Juan Manuel Bethencourt

   

El suflé montado por el PP madrileño con el proyecto de Eurovegas ha terminado donde cabía suponer, esto es, en la nada. Era muy fácil de predecir. El promotor, el milmillonario estadounidense Sheldon Adelson, tuvo siempre la sartén por el mango. O eran atendidas sus draconianas condiciones, que exigían una especie de extraterritorialidad legal para su complejo de ocio, o retiraba la apuesta y dejaba a sus supuestos aliados con las vergüenzas al aire. En una u otra circunstancia, el magnate ganaba siempre, por eso ahora una salida del escenario le resulta muy sencilla. Las autoridades no le apoyan y por tanto, afirma compungido, no le queda más remedio que buscar otros horizontes más propicios. Todo este asunto suena muy chusco, pero responde a una situación muy real. Hoy por hoy las grandes corporaciones se presentan a sí mismas como salvadoras de territorios en crisis, a los que proponen el maná de fabulosas inversiones privadas. Pero para pasar de los cantos de sirena a los hechos los aspirantes deben soportar una fuerte presión, aceptar múltiples exigencias, algunas de ellas, como ha sido este caso, simplemente inasumibles. Por eso hay que recelar de los grandes vendedores de humo, porque siempre juegan con las cartas marcadas y esperan a ver quién cede más. En el caso del Eurovegas madrileño, la condición era evidente: deberían existir dos regímenes legales en España; uno, válido sólo para el gran casino madrileño, donde se permitiría fumar y la legislación laboral no sería de aplicación; el otro, el resto del Reino de España. El Gobierno de la Comunidad de Madrid lo intentó, pero intentando traspasar la responsabilidad de semejante exotismo a la instancia realmente facultada para ello, la Administración del Estado. Más allá de lecturas partidarias en clave interna, las guerritas del PP madrileño y sus derivadas, era evidente que Rajoy no iba a asumir todo el riesgo y el desgaste de una decisión tan controvertida y, sobre todo, atacable en los planos político y jurídico. Sin ley laboral ad hoc, y sin cigarrillos en las salas de juego, el magnate Adelson cierra su kiosco antes de montarlo y devuelve su mirada a Asia, que es donde hoy está el negocio de verdad, por encima incluso de la casa matriz, Las Vegas. La posición de algunos dirigentes del PP en la capital, empezando por el presidente Ignacio González, queda muy debilitada. Se le queda a uno cara de tonto cuando anuncia la llegada del maná y luego sólo llueven lamentos. Esto hace unos años, allá en Asturias, le costó la dimisión a un presidente autonómico, un gobernante que asumió su ridículo, en aquel caso por una planta petroquímica. No esperen que ocurra en esta ocasión.

@JMBethencourt