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Liberalismo Blesa – Por Juan Manuel Bethencourt

   

Hay una corriente de pensamiento que se abre paso en el PP. Los críticos internos del presidente Rajoy, que son unos cuantos y además tienen prisa, ensalzan ya sin disimulo los mensajes supuestamente regeneracionistas del expresidente José María Aznar, una especie de caudillo en la sombra que no renuncia al tutelaje sobre su sucesor, que para eso lo nombró a dedo allá por 2003. Esta versión de los hechos presenta incluso a Rajoy como el administrador de una supuesta tercera legislatura de Rodríguez Zapatero, por la naturaleza también supuestamente socialdemócrata de algunas decisiones adoptadas por el Gobierno del PP; la principal de ellas, la subida de impuestos a poco de acceder al poder. En el fondo se produce una mezcla de ambiciones presentes y nostalgias pretéritas, un cóctel muy proclive para la deformación de la realidad. En los salones de cierta aristocracia conservadora, sobre todo en Madrid, se ha puesto de moda menoscabar el “intervencionismo” de Rajoy ensalzando a modo de contrapunto las pretendidas convicciones liberales del mandato de Aznar.

Sí, Aznar el liberal, el seguidor de Popper, todo un adalid de la iniciativa individual y los derechos del ciudadano. Francamente, es de risa. Porque hay un problema. Al mismo tiempo que se extiende toda esta pamplina a beneficio de quienes la han concebido, los hechos resultan elocuentes, inexorables, hasta el punto de producir vergüenza ajena. Porque fue el mismo José María Aznar quien puso a su amigo Miguel Blesa al frente de CajaMadrid, no siguiendo el principio del mérito ni atendiendo a una trayectoria, inexistente, en el ámbito de las altas finanzas. Fue por la amistad de la infancia y la certeza de la lealtad a sus designios, hasta extremos tan escandalosos como el conocido ayer, en el que el hijo mayor del expresidente ejerce de mediador para que la caja de ahorros madrileña, ya entonces (año 2008) en serios apuros, financiara un gigantesco proyecto museístico a la medida de un pintor amigo de la familia Aznar. Ahí Blesa, en un momento de lucidez entre cacería y cacería, se pone en su sitio y, en su defensa, lanza una frase lapidaria: “La caja no es mi cortijo”. Y aunque muchas veces lo fue, no se puede menos que darle la razón en su respuesta a los mensajes de texto de Aznar Jr. Porque este era el liberalismo de José María Aznar, marcado por la voracidad en la ocupación de espacios de poder, políticos y económicos, así hasta la eternidad, perdón, hasta la obscenidad. No, los cantos de sirena de los críticos de Rajoy tienen pocas posibilidades de tener éxito, y el actual líder del PP, que es un óptimo administrador del silencio y la inacción, lo sabe perfectamente.

@JMBethencourt