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Papas, tabaibas y vinagreras – Por Wladimiro Rodríguez Brito

   

El pasado domingo hice el recorrido entre Las Vegas y San Miguel por el antiguo camino real con un grupo de montañeros de Tenerife. Espacio que pone de manifiesto la profunda crisis cultural y ambiental que sufren las medianías del sotavento de Tenerife, territorio que hace 40 años era un vergel cultivado, en el que los cultivos en jables, los nateros y los abundantes caudales de agua que transportaban los canales de la zona habían hecho de esa comarca un oasis, con una economía agraria muy importante, en la que había, entre otras cosas, siete cooperativas relacionadas con las papas y tomates (Lomo de Mena, Fasnia, Arico, Chimiche, San Isidro, San Miguel y Valle San Lorenzo), cooperativas que articulaban una economía agroexportadora vinculada a los tomates y a las papas, exportando sólo a las islas británicas más de 40.000 toneladas al año.

Hemos de destacar que el paisaje del jable y los nateros es la resultante de una cultura de aprovechamiento de recursos en un territorio frágil, en el que la escasez de agua se suple construyendo nateros en los barrancos, o bien buscando el jable en las minas o cuevas, cargado a hombros o bien a lomos de camellos, a la que se incorpora en los años cincuenta el camión y el bulldozer, que transforman más de mil hectáreas entre Chimiche, Valle San Lorenzo, Ifonche y Vilaflor, a los que hemos de añadir los importantes cultivos en la comarca de Agache hasta el barrando de El Río. Es el jable y los nateros, unido a los importantes caudales alumbrados por las galerías, a los que se incorpora el canal del sur en los años cuarenta y el canal intermedio en los años cuarenta y cincuenta, que hacen de esta comarca uno de los rincones más prósperos de Canarias en aquella época.

La crisis de las medianías de sotavento tiene que ver con la expansión del turismo, que en la comarca ha sido un hecho incuestionable; sin embargo, los niveles de paro actuales y la posibilidad de cultivos a tiempo parcial en una de las zonas en las que se pueden mantener los cultivos con pocas exigencias en mano de obra es lo que pone de manifiesto una crisis cultural en una ruptura entre el ayer y el hoy de manera preocupante. Es decir, los frutales en los nateros de sotavento casi han desaparecido. En el amplio recorrido que hicimos el domingo, apenas hemos visto nateros limpios de maleza, en los que las sufridas higueras, almendros, damasqueros, viñas, tuneras, etcétera, están enterrados en matorrales de tabaibas y vinagreras. Apenas se puede contemplar parte de ese rico paisaje cargado de esfuerzo y sabiduría de nuestros sufridos y laboriosos campesinos, libro abierto del ayer y referencia de un mañana más sostenible.

Otro paisaje y sociedad son posibles, por ello estamos en la obligación de recuperar gran parte de la actividad agraria que hoy en día casi ha desaparecido, pues no olvidemos que con 150 o 200 litros de agua por metro cuadrado podemos obtener una cosecha bajo jable. Si bien es verdad que el canal del sur ha pasado de transportar más de 2.000 pipas de agua por hora a sólo 800, y que los precios de esta superan los 0,40 euros por pipa. También es verdad que la desalación, en las zonas turísticas y para la población costera, debe sustituir a la actual demanda que resta el agua de nuestro maltratado mundo rural. Así, entre otras cosas, reactivaríamos un paisaje, una cultura y una economía que han entrado en una profunda crisis en gran parte de la comarca y que se mantienen en una mejor situación en Vilaflor y La Escalona. De tal manera que las lluvias de esta semana han derribado numerosas paredes de tierras de cultivo sin campesinos, como de hecho ha ocurrido en Agache. Sin embargo, los agricultores de Vilaflor y Trevejos nos han defendido del pasado incendio del verano de 2012 al tener las tierras limpias de malezas. Este año se nos brinda con papas cultivadas aquí gracias a los campesinos de Vilaflor.

La recuperación de la actividad agraria es una garantía contra la erosión, así como una virtud para la prevención de incendios. Es generadora de puestos de trabajo y nos hace menos dependiente del exterior, como lo ocurrido en los pasados años, en los que hemos importado hasta 80.000 toneladas de papas (40 kilos por habitante), que, en gran medida, podíamos haber producido aquí, armonizando medio ambiente, agricultura y estabilidad social.

Tras las últimas lluvias limpiemos los frutales, huérfanos de campesinos en los nateros; demos un paso en una cultura más sostenible y más solidaria con el ayer y el mañana; dignifiquemos el paisaje, la cultura, el territorio e incluso el estómago con frutos pasados de la tierra y papas arrugadas del país, y qué decir de nuestros vinos. Sean estas líneas de reconocimiento a los campesinos de la cultura del jable y los nateros.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA