Alberto Ruiz Gallardón acaba de entrar en el túnel del tiempo. Debe pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor. Que invadir la libertad de una mujer obligándola a parir aunque no quiera tener un hijo vale la pena si es electoralmente rentable. Que castigar a una mujer que no ha usado medidas anticonceptivas, que no ha sido responsable, a tener un hijo a la fuerza, es socialmente positivo. Que volver a la época en la que las españolas viajaban al extranjero para poder interrumpir su embarazo es un precio aceptable para ganarse otra vez al casposo electorado de la sotana.
Pocas veces he sentido tanta decepción con un polÃtico en concreto y con un partido en genérico. La tramposa gestión de una ley contra la libertad de las mujeres -y los hombres, porque la paternidad también se impone a la fuerza incluso hoy- pretende devolver a los conservadores españoles hacia posiciones cristianas y reconciliarles con un estupefacto electorado al que le han incumplido todas las promesas electorales que se hicieron en su dÃa. Menos esta. Las leyes siguen siendo el capricho de las mayorÃas. Hoy las cambia el PP. Mañana las cambiará el PSOE. El paÃs se bambolea como un péndulo de un lugar hacia el otro extremo. No hay sociedad que aguante sin quebranto una leyes pendulares que terminan hartando a todo el mundo y haciéndoles pensar que las leyes son el capricho coyuntural de los legisladores y no las bases permanentes sobre las que se construye el futuro de una sociedad. Una vez tras otra seguimos despreciando la necesidad de pactar consensos que otorguen estabilidad al andamiaje legal del paÃs. Un Gobierno de mayorÃa absoluta puede convertir su legitimidad en puro capricho si entiende que su crédito se extiende a todos los ámbitos de la sociedad. Este Gobierno no ganó las elecciones, las perdió Zapatero y el PSOE que naufragó en la crisis económica.
Este Gobierno vino a sanear la economÃa, a reducir el peso del sector público, a bajar impuestos para que la economÃa privada reflotara y el consumo volviera a lucir. Vino para gastar menos de lo que se ingresa. Ese era su crédito. Y esa era la esperanza. La economÃa no se ha saneado, la burocracia está intacta, tenemos más impuestos que jamás en nuestra historia, más deuda que nunca y el déficit de siempre. Este gobierno, con la ley del aborto que quiere imponer al paÃs, no hubiera nacido nunca. Tiene taras incompatibles con la vida inteligente.