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Quisquillosos – Por Miguel L. Tejera Jordán

   

Los españoles somos unos quisquillosos, aficionados a ver cosas dónde no las hay. Un ejemplo: llega Rajoy. Afirma que cree en la inocencia de la infanta Elena y que todo le va a ir bien y, enseguida, le cae encima medio país, o tres cuartos, alegando que el presidente del Gobierno prejuzga la situación de la hija del rey, al dar por sentado que será absuelta de los cargos que le han endilgado por el caso en que también está imputado su marido. El PSOE, esta vez, ha salido en defensa del presidente del Gobierno (¡albricias!) y se pone del lado del fresco general (sin estrellas) procedente de Galicia pero que, sin embargo, nos gobierna (eso sí, con la bendición de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz). Yo también apoyo a Rajoy. Los lectores que me siguen cada domingo saben que Rajoy y Rubalcaba no son santos de mi devoción. En realidad, los dos y sus respectivas formaciones políticas me caen como una pedrada en un ojo. Pero, por esta vez (y sin que sirva de precedente) estoy de acuerdo en que somos unos quisquillosos y unos metomentodo. Lo que dijo Rajoy de la infanta es como si yo me tropezara por la calle con un amigo entrañable que lo está pasando mal por culpa de la enfermedad de un ser querido y voy yo y le animo, diciéndole que todo le va a salir bien y que no se preocupe. Pues lo mismo le pasó al gallego cuando hizo votos por el mejor futuro posible para Cristina de Urdargarín. Así que no hay que pasarse. En otra cosa en la que se han puesto de acuerdo PP y PSOE es en rechazar la secesión catalana. No creo que hayan llegado a un acuerdo por el interés de España y los españoles, sino por ellos mismos. Si Cataluña se independiza, luego vendrán los vascos, los gallegos, tal vez los andaluces y, quizás, quizás, hasta los canarios. De tal manera que se quedan sin clientela, es decir, sin ciudadanos a los que explotar, como nos han estado explotando desde que inventaron la alternancia en el poder, alternancia democrática, of course, como dirían los hijos de la Gran Bretaña. Yo, por ejemplo, también estoy en contra del separatismo catalán, pero no porque no esté justificado, que seguramente lo está (*), sino porque Mas es un eximio representante de la alta burguesía mercatil y financiera de Cataluña que lo único que quiere es administrar, junto con sus pares, es decir, sus iguales, la finca particular que es Cataluña y que creen que les pertenece. Porque, como comprenderán, yo no veo a Mas, ni a los Pujoles, marchando codo con codo con los obreros del cinturón industrial de Barcelona, o con los payesos del campo catalán, sino que más bien les contemplo sentados en la buena mesa de la aristocracia local, regando el pavo con el mejor champán francés, of course. El cava, para otros menesteres… Ir a la independencia de la mano de Mas es como si los canarios fuéramos a la independencia de la mano de Paulino Rivero. O sea, proa al marisco.

Y va a ser que no…
(*) Otro día explicaré por qué creo que la independencia de Cataluña podría estar justificada. Hoy no tengo espacio.