NATALIA TORRES | La Laguna
La Catedral de La Laguna debía ser la protagonista. Después de 12 años, ayer se celebraba el acto simbólico que da por acabadas las obras y permite la apertura al culto (el próximo 31 de enero) de la que originariamente fuera la iglesia de los Remedios. Sin embargo, la presencia del ministro de Cultura, José Ignacio Wert, eclipsó por completo un acto que se desarrolló como cualquier inauguración, con las autoridades presentes, discursos a la medida de la ocasión y una breve visita por el interior del renovado templo.
Mientras, fuera, cerca de 3.000 personas coreaban el nombre de Wert y no precisamente con admiración. Desde el interior de la catedral podían oírse los gritos, los estallidos de petardos e incluso intuir cuando la policía nacional estaba realizando una carga. Porque mientra el alcalde de La Laguna, Fernando Clavijo, el presidente del Cabildo, Carlos Alonso, el presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero, el obispo de la Diócesis Nivariense, Bernardo Álvarez, y el propio ministro se sucedían en el atril para dedicar unas palabras a los asistentes, en el exterior la situación se saldaba con al menos cuatro detenidos y dos heridos leves.
La ciudad amaneció, además de fría y lluviosa, sitiada por la policía. Las calles que rodean la catedral estaban cortadas, furgones policiales, agentes y vallas impedían el paso hasta la iglesia y un helicóptero del Cuerpo Nacional de Policía vigilaba desde el aire el devenir de los acontecimientos. Después de unos minutos iniciales en los que la situación entre manifestantes y agentes llevó a que la policía realizará algunas cargas, poco a poco se fue tranquilizando y las personas que se congregaron en los aledaños de la catedral permanecieron frente a los agentes coreando frases como “Más educación y menos policía” o “Wert dimite, el pueblo no te admite”. Incluso en algún momento se coreó por parte de los manifestantes “esta iglesia la vamos a quemar”.
Mientras, en el interior del templo, las autoridades fueron llegando para, a las 11.30 horas, encontrarse todos a la espera de que el ministro accediera a la iglesia, cosa que hizo por uno de los laterales, el más alejado de los manifestantes. Fernando Clavijo abrió el turno de intervenciones y fue breve, tanto, que se limitó a agradecer a los presentes y a las administraciones su colaboración para hacer realidad un proyecto tan importante. Dejó paso en el atril a Carlos Alonso que, curiosamente, coincidió en el color de corbata, verde, el mismo que muchos de los miembros de Coalición Canaria presentes lucían en su indumentaria. El verde es el color elegido por el profesorado para protagonizar sus protestas en contra del ministro de Educación y su reforma de la ley de educación. El presidente del Cabildo tuvo palabras para la exalcaldesa Ana Oramas, al expresidente del Cabildo Ricardo Melchior o al padre Julián de Armas, ecónomo diocesano, agradeciéndoles especialmente su esfuerzo.
El obispo de Tenerife, Bernardo Álvarez, agradeció a Wert su presencia (el único de las autoridades que lo hizo) y le dio una “cordial bienvenida”. El obispo repasó la historia del templo, del que dijo que “la cultura que encierra no es solo lo que se ve sino también lo que no se ve, como el patrimonio vivo de generaciones de creyentes, un patrimonio de amor y de fe”. Durante su intervención, arreciaron los gritos fuera de la catedral, tanto que Clavijo miró su móvil disimuladamente y dio instrucciones a la responsable de Seguridad para que se acercara a ver qué pasaba. Mientras, Álvarez continuó recordando los 12 años de espera y detalló las cantidades aportadas por cada administración, un total de 15 millones de euros, así como el dinero que aún falta por pagar (2.350.000 euros), sobre el que dijo: “Seguimos buscando y confiamos en obtener”.
“Hay ambiente”
Y le tocó el turno al ministro, quien pudo comprobar como fuera del templo, sin pantallas ni altavoces que permitieran seguir su intervención, la gente supo que había tomado la palabra. Los gritos aumentaron y mucho, también el ruido de petardos. El ministro demostró estar acostumbrado porque no se inmutó ante tanta algarabía callejera y siguió con su discurso. Al término de su intervención dijo que no había oído nada. Eso sí, añadió jocoso que “parece que hay ambiente”.
Durante su discurso, aseguró: “En todo momento e independientemente del color político, hemos dado el mayor apoyo a esta obra y viendo el resultado, el dinero lo damos por bien empleado”. Wert bromeó con los detalles económicos aportados por el obispo, del que dijo, que más que hablar a los fieles, parecía que estaba hablando “a la junta de accionistas”.
Rivero fue el último en intervenir para destacar que era un día grande no solo para los católicos, sino para todos los ciudadanos porque se ha “dado el último paso para disfrutar de la joya arquitectónica que es la catedral”. “La Laguna -continuó- tiene un gran pasado y un futuro esplendoroso por delante”.