En La Laguna se cuenta hoy con muchos baluartes que están dejando en buen lugar el nombre del municipio. Dos de ellos, muy nombrados últimamente. Me refiero al Padre Anchieta y a nuestro Canarias.
A no pocos llamará la atención a que me refiera al Canarias, del que algunos solo ven su color, y además solo el negro, cuando pierde, sin embargo, olvidan que es todo un honor para La Laguna y Tenerife el que esté ahà en la liga de los mejores del baloncesto español, y que cuando se hable de ellos se hable también de La Laguna. Lo mismo sucede con la canonización en abril del Padre Anchieta.
Ha sonado poco, a mi juicio, probablemente por eso de que algunos se acuerdan de Santa Bárbara cuando truena, y para esos mismos ahora la religión ocupa un escueto espacio en su vida. Para todos, para los que sà sienten la fe, y para los que de fe poco, o nada, a lo mejor habrÃa que recordarles que el hecho de la canonización de Anchieta no es relevante únicamente por el reconocimiento religioso en sÃ, sino que lo es, y mucho, por el gran valor cultural que guarda la figura del futuro santo lagunero.
Llamará la atención que pretenda unir al quinteto del Canarias a José de Anchieta. A lo mejor tiene en él ahora mismo Alejandro MartÃnez la solución a la falta de altura bajo la canasta, y el beato, futuro canonizando, puede hacer una buena labor de pÃvot.
Pero lo que sà toca ahora es recordar que La Laguna, y no el Ayuntamiento que ya lo hace, debe quererse más y darse el valor que tiene ante todo aquello bueno que le brinda la vida y la historia. No sé qué manÃa tenemos los laguneros, trasladable a los canarios, de no festejar, o al menos sentirnos orgullosos de nuestros éxitos, que son muchos. Si el Barcelona o el Real Madrid ganan la liga, o tan solo un partido en Europa, no digo la liga, se tiran hasta voladores.
Si el Canarias mantiene con pundonor su posición en la ACB, nos parece poco y hasta nada. Lo mismo sucede, a mi parecer, con la canonización de José de Anchieta. Seguramente, preguntas en la calle y más de uno aún no lo sabe, o no entiende cuál es su importancia. Y lo importante es lo importantes que somos.