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El día de la marmota – Por María Fresno

   

En un pequeño pueblo de Pennsylvania un periodista que cubre el festival de la marmota se ve condenado a revivir, una y otra vez, el mismo día. Todo se repite, excepto su percepción de que, lo que le sucede en cada momento, ya lo ha vivido. Así arranca un divertido guión de una película que en España se llamó Atrapado en el tiempo y no Groundhog Day, su título original. El protagonista, Bill Murray, vive un deja vu constante que, a medida que pasa el tiempo, va utilizando a su favor para, como siempre, quedarse con la chica. Algo así, pero sin la chica, ocurre con los debates sobre el estado de la nacionalidad. Ese es el día de la marmota particular de Canarias donde no cambian ni los protagonistas, ni el lugar, ni los discursos. Los ciudadanos sabían que había un debate parlamentario, pero lo peor es que ninguno mostró interés por verlo. Así como cuando hay un partido de fútbol la ciudad se paraliza, no ocurre lo mismo con los debates parlamentarios que, al final, solo interesan a los periodistas (porque no nos queda otro remedio) a algunos empresarios y, sobre todo, a los políticos y sus asesores. El debate del pasado martes podría ser el mismo del año pasado o del antepasado. Cero promesas, cero autocrítica y cero medidas para arreglar los problemas de Canarias. Las diez propuestas anunciadas por el presidente están llenas de generalidades y adolecen de concreción. Por ejemplo, medidas para reducir las listas de espera. ¿Cuáles, cómo, en cuánto las va a reducir? No hubo propuestas para reducir el gasto ni para realizar inversiones públicas de más calado. Los debates sobre el estado de la nacionalidad sirven, o al menos así debería ser, para hacer un repaso del año, de lo que se ha hecho y de lo que queda por hacer, al tiempo que se anuncian medidas para el mejorar la región. Mientras que la oposición aprovecha para reprochar al equipo del Gobierno lo que no ha hecho o lo que ha hecho mal. Grosso modo, esto es lo que debería ocurrir en estos debates. Sin embargo, no es así. Los ciudadanos no creen en los políticos y no lo hacen porque ninguno se moja. Muy pocos reconocen que se han equivocado y muchísimo menos prometen. El descrédito de la política es cada vez más intenso, no solo porque faltan políticos de altura sino porque los ciudadanos tienen la percepción de que no se les escucha. Yo aprovecharía el tostón de estos debates parlamentarios anuales, para, como hizo Bill Murray, ganarme poco a poco a la chica, en este caso, a la gente.

@MariaFresno72