En un pequeño pueblo de Pennsylvania un periodista que cubre el festival de la marmota se ve condenado a revivir, una y otra vez, el mismo dÃa. Todo se repite, excepto su percepción de que, lo que le sucede en cada momento, ya lo ha vivido. Asà arranca un divertido guión de una pelÃcula que en España se llamó Atrapado en el tiempo y no Groundhog Day, su tÃtulo original. El protagonista, Bill Murray, vive un deja vu constante que, a medida que pasa el tiempo, va utilizando a su favor para, como siempre, quedarse con la chica. Algo asÃ, pero sin la chica, ocurre con los debates sobre el estado de la nacionalidad. Ese es el dÃa de la marmota particular de Canarias donde no cambian ni los protagonistas, ni el lugar, ni los discursos. Los ciudadanos sabÃan que habÃa un debate parlamentario, pero lo peor es que ninguno mostró interés por verlo. Asà como cuando hay un partido de fútbol la ciudad se paraliza, no ocurre lo mismo con los debates parlamentarios que, al final, solo interesan a los periodistas (porque no nos queda otro remedio) a algunos empresarios y, sobre todo, a los polÃticos y sus asesores. El debate del pasado martes podrÃa ser el mismo del año pasado o del antepasado. Cero promesas, cero autocrÃtica y cero medidas para arreglar los problemas de Canarias. Las diez propuestas anunciadas por el presidente están llenas de generalidades y adolecen de concreción. Por ejemplo, medidas para reducir las listas de espera. ¿Cuáles, cómo, en cuánto las va a reducir? No hubo propuestas para reducir el gasto ni para realizar inversiones públicas de más calado. Los debates sobre el estado de la nacionalidad sirven, o al menos asà deberÃa ser, para hacer un repaso del año, de lo que se ha hecho y de lo que queda por hacer, al tiempo que se anuncian medidas para el mejorar la región. Mientras que la oposición aprovecha para reprochar al equipo del Gobierno lo que no ha hecho o lo que ha hecho mal. Grosso modo, esto es lo que deberÃa ocurrir en estos debates. Sin embargo, no es asÃ. Los ciudadanos no creen en los polÃticos y no lo hacen porque ninguno se moja. Muy pocos reconocen que se han equivocado y muchÃsimo menos prometen. El descrédito de la polÃtica es cada vez más intenso, no solo porque faltan polÃticos de altura sino porque los ciudadanos tienen la percepción de que no se les escucha. Yo aprovecharÃa el tostón de estos debates parlamentarios anuales, para, como hizo Bill Murray, ganarme poco a poco a la chica, en este caso, a la gente.