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Máscaras – Por Andrés Brito

   

Hoy, lunes de Carnaval, veremos el origen de la palabra “máscara”. Los griegos, al representar sus obras de teatro, se ponían una careta, el “prosopon”, cuya boca formaba un embudo para amplificar la voz en el escenario. La máscara era “para-sonar” mejor, y así surge la palabra “per-sona”: la máscara representaba una “per-sonalidad”, puesto que gracias el tono de la voz y a la amplitud del embudo, cada personaje “sonaba” diferente. Hoy accedemos a la personalidad de nuestro interlocutor a través del diálogo, es decir, según “lo que suena” (qué nos dice) tras su “máscara” (su rostro). Desde tiempo inmemorial, el hombre ha utilizado máscaras para trasmutar su personalidad, bien sea en rituales o, como es el caso del Carnaval, en determinadas fiestas. Enmascararse consiste, básicamente, en cambiar de “per-sonalidad”, es decir, en “sonar diferente”, útil para quien no desee que su acción se vincule con su identidad, bien sea un superhéroe o un delincuente. En coaching, la “máscara” es el rol que el cliente desempeña en un sistema, por ejemplo su empresa, su familia o su grupo de amigos. Cada rol (“máscara”) lleva asociada una forma distinta de comunicarse (de “sonar”): no habla igual ni de lo mismo un padre, un directivo o un coleguita… aunque sean la misma persona. Una de las funciones del coach consiste en ayudar al cliente a tomar conciencia de qué rol asume en cada momento y si acaso está representando uno que no concuerda con el entorno en el que actúa. ¿Y tú? ¿Hablas con tus hijos como lo haces con tus padres, o con tus superiores como si fueran tus subordinados? Un proceso de coaching te ayudará a realizar ajustes idóneos en tu comunicación, o sea, en tu rol.

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