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La Niña de las Peras resurge con el aquelarre de Las Burras

   

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DIARIODEAVISOS.COM | Santa Cruz de Tenerife

El auto sacramental de Las Burras de Güímar ha vuelto a llenar las calles y la plaza de San Pedro con una mezcla de leyendas y tradiciones locales que comenzaron a representarse hace 22 años. Más de cien jóvenes del municipio hicieron lo posible para que la eterna lucha entre el bien y el mal fuera del agrado de las miles de personas que no quisieron perderse un espectáculo que, en esta edición, rescató el misterio de Niña de las Peras, la vecina de San Juan que, según cuenta la leyenda, fue acogida por unos seres de blanco en una cueva del barranco de Badajoz y regresó varias décadas después sin haber envejecido.

Que Güímar es una tierra de leyendas y mitos no se le escapa ni a los seguidores de lo paranormal. Ovnis, rituales de magia negra, una ciudad maldita por un fraile desterrado, fantasmas, brujas que se convierten en burras, entes blancos y muchas historias más han llenado horas de televisión y entretenido a los niños en las tardes lluviosas.

En 1992, un grupo de jóvenes del municipio decidió fusionar las historias que se contaban en el pueblo y, con fray Andrés de narrador (el que maldijo a Güímar con que “florecerá, pero nunca granará”), una comitiva de personajes representan el aquelarre de las brujas, la apertura de las puertas de los infiernos y la batalla entre el diablo y San Miguel.

Este año, la lista de leyendas locales ha crecido un poco más con la inclusión en la trama de Las Burras de un conocido personaje de la zona, la Niña de las Peras. Según quién lo cuente, la historia sucedió a finales del siglo XIX o principios del XX, cuando unos padres del núcleo güimarero de San Juan enviaron a su hija, de edad indefinida, a buscar fruta al barranco de Badajoz. La niña no regresó a casa y la zona fue rastreada sin que se diera con el rastro. Varios años más tarde, entre 20 y 40, regresó a su casa, asombrosamente con el mismo aspecto que tenía al marcharse aquel día.

Según la leyenda, la joven contó que había llegado al barranco buscando la fruta que sus padres le habían encargado y que se quedó dormida al pie de un peral. Allí fue despertada por un ser muy alto y vestido de blanco, que no le inspiró ningún miedo y al que accedió a seguir hasta el interior de una cueva en la que habían más seres como él. Finalmente, este ente de blanco la acompañó de nuevo a la entrada de la cueva y se despidió de la niña, que recogió las peras y fue camino a su casa. Ella pensaba que sólo habían pasado unas horas, sin embargo, habían transcurrido más de 20 años.

Poco después de la narración de esta historia, las burras, descubiertas por los campesinos como las brujas que eran, convocaron anoche un aquelarre para invocar al diablo. Las puertas del infierno volvieron a abrirse en Güímar y una corte de demonios, el fantasma de la aristócrata Baulén y el mismísimo Satanás se hicieron fuertes en la plaza de San Pedro. El obispo, acompañado de la Santa Inquisición y los dominicos, respondió invocando a su vez a San Miguel que, con su espada de oro, derrotó al maligno y reinstauró el orden en Güímar con la quema de la sardina que, un año más, dio inicio a la cuaresma.