X
la última (columna) > Jorge Bethencourt

Brotes verdes – Por Jorge Bethencourt

   

La deuda ha llevado al borde de la quiebra a la primera empresa española de pesca y una de las primeras del mundo, Pescanova, que se encuentra en concurso de acreedores desde abril del año pasado. Más de cien barcos y 3.800 trabajadores. La banca ha ofrecido darle 115 millones para atender compromisos urgentes y capitalizar la empresa con 2.000 millones. (O sea, todo lo contrario de lo que hacen los bancos con los pequeños y medianos empresarios y autónomos).

Las acciones del grupo español de producción de aceites, Deoleo, se revalorizaron el 47% en la bolsa en sólo nueve meses del año pasado, con la noticia de que se vendía el grupo. La noticia se desmintió “enérgicamente”. Naturalmente está en venta. Tanto que ha estado a punto de caer en manos de un grupo italiano que se habría quedado con el control de la empresa española (y un millón y medio de toneladas de aceite) que da empleo a 75.000 trabajadores mayoritariamente en fincas de Andalucía. El grupo español textil Blanco -factura anualmente unos 300 millones de euros- decidió voluntariamente adherirse al concurso de acreedores el año pasado. La firma ha cerrado 43 tiendas en España.

En noviembre del año pasado Fagor Electrodomésticos, la enseña del grupo vasco Mondragón, entró en concurso de acreedores con una deuda de 1.000 millones y 5.673 trabajadores. Eroski, el gigante de la alimentación del grupo cooperativista, con más de 38.000 trabajadores está empantanado en una deuda de 3.600 millones.

Grandes sociedades compradas en todo o en parte por capital extranjero o lanzadas a la quiebra. Este es el panorama desde que empezó la crisis. Y cada día han cerrado 180 pequeñas empresas. Un cuarto de millón de víctimas, pymes acabadas, que nos han llevado a cifras del año 2001. La política de recortes de inversiones públicas, incremento fiscales sobre el costo del trabajo y aumento de los impuestos directos e indirectos (con enfriamiento del consumo) ha producido una devastación en el pequeño y mediano empresario.

De esta tragedia económica sólo se han salvado los grandes bancos y las haciendas públicas. Hablar hoy de brotes verdes dejando atrás tantas familias destrozadas, empresas cerradas y trabajadores en la cuneta del olvido es como celebrar un cumpleaños en un cementerio. De mal gusto.

@JLBethencourt