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Longanimitas – Por Ramiro Cuende Tascón

   

Una maravillosa palabra latina, que traducida al español es la longanimidad. Significa, tener grandeza y constancia de ánimo ante la adversidad, también, benignidad, clemencia, generosidad. Los longanimitas son personas humanas, no inhumanas. Gente buena que se crece ante el infortunio, lo admite y badea con templanza. Templanza entendida como el control y el dominio de uno mismo, la capacidad para dominar las emociones, los deseos e impulsos, para que sirvan para algo. La falta de tal control en nuestra cultura, sea la, tan al uso, práctica de la usura, el abuso de los débiles, o cualquier otro de los poco éticos comportamientos que nos rodean, debe alertarnos, dado que sus consecuencias son imprevisibles, la historia lo demuestra. Creemos que nuestra visión del mundo es la única verdadera ¿Hemos de aliviar nuestras rígidas posturas? Si lo lográramos, muchas cosas mejorarían, la realidad es que detrás de cada ser humano, hay un trasto. A diferencia de la moral, que nos guía hacia la división y el conflicto, la ética nos mueve hacía la unión y el respeto.

Nos han educado para regirnos según nuestra “conciencia moral”. Es decir, para decidir basándonos en lo que está bien y en lo que está mal. Desde niños se nos ha premiado cuando hemos sido buenos y castigado cuando hemos sido malos. Así es como se nos ha orientado, pero esta fragmentación dual es completamente subjetiva. De ahí que cada uno de nosotros tenga su propia moral. Igual sucede con la endemoniada “bankia”, las empresas, los partidos políticos, las instituciones re­ligiosas y, en definitiva, con el comportamiento mayoritario de la sociedad. Una misma cosa, persona, conducta, situación o circunstancia puede generar tantas opiniones como seres humanos las observen. Dependiendo de quién lo mire -y desde dónde lo mire-, será bueno o malo; estará bien o mal, o sea, relativo. Lo contrario, la pusilanimidad, o, poquedad, el arte de mirar para otro lado, faltos de ánimo y valor para tolerar las desgracias o para intentar cosas grandes. Vine al definir la palabra griega “makrothumia” dijo lo siguiente: la longanimidad es la cualidad de autocontrol ante la provocación sin tomar represalias apresuradas, ni castigar con prisa; lo opuesto a la ira y cerca de la misericordia. Una virtud que me llama a su ventajosa práctica… Adiós, y gracias don Gabriel García Márquez, un longánimo hombre al que disfrutaré una y cien veces desde la soledad de Macondo.