Resultará muy difÃcil olvidar a personajes como Miguel Herreros. No sólo por su edad, cerca de los 90 años, sino por su laboriosidad, bonhomÃa y buen hacer además de ser amigo con los amigos, y también con los adversarios. De Miguel oà hablar en el seno familiar desde los primeros años que tuve razón, a finales de la década de 1940. A mi abuelo Eustaquio porque le gustaba viajar por el mundo y coincidÃa con Miguel en Barcelona por diversas razones comerciales; también a mi tÃa Gloria, ya que habÃan nacido por el mismo año. Nosotros vivÃamos al comienzo de la calle Calvario, en el lado de acá de la plaza de la Alameda o Constitución, frente a la iglesia de San AgustÃn que cuidaba con mucho esmero y cariño su padre don Miguel Herreros. Ellos vivÃan en la calle Carrera del Escultor Estévez, cerca de la plaza del Ayuntamiento. Cuando chico recuerdo acercarme a sus oficinas donde combinaban los textiles con la banca. Con las vueltas que da la vida conozco más a Miguel por razones polÃticas, ya que salà electo como concejal en 1979 cuando las primeras elecciones municipales y mi hermano Francisco fue alcalde.
Eran momentos de transición polÃtica y a pesar de nuestras diferencias en edad habÃamos caminado juntos por la senda de la simbiosis comercial, ya que en los años del boom turÃstico en el Puerto de la Cruz juntamos nuestras energÃas empresariales que luego trasladamos a la capital de la Isla. Miguel siempre me animó a caminar por la senda de la polÃtica, del comercio y la cultura, se entusiasmaba con nuestros aciertos y se entristecÃa con nuestras derrotas. Más siempre nos aconsejaba y nos ayudaba a salir del atolladero. Me preguntaba siempre por Cuba adonde viajamos juntos en una ocasión, a finales del siglo pasado, y por su futuro polÃtico. La última vez que lo saludé fue hace escasos meses cuando se acercó al Parlamento de Canarias para escuchar, sentado en primera fila, junto a su amigo, mi tÃo Eduardo, la presentación del libro Canarias desde el mar hasta el cielo, que corrió a cargo de otro amigo común, José Miguel González.
Curiosamente hace escasas horas, Juan del Castillo me preguntó por su estado de salud. Ahora le diré que está bien porque se ha ido de viaje. Au revoir, Miguel, y gracias por todo. Puedes irte tranquilo porque tus hijos seguirán la senda que dejaste trazada.