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Cristina Molina

La monja cojonera – Por Cristina Molina

   

A Sor Lucía Caram le llueven críticas y elogios de todo tipo. Es lo que tiene el estrellato y pasar a formar parte del circo mediático. Para ser monja no se le ve preocupada por las tentaciones sino que aprovecha su fama con un cuestionable designio divino. A esta monja el hábito le ha dado altos vuelos, no es una religiosa cualquiera, se trata de una dominica contemplativa cuyo “claustro es el mundo”. No me cabe ninguna duda acerca de su contemplación. Contempla su boom en las redes sociales, contempla sus mítines en la televisión, contempla el rédito que obtiene de su amistad con Risto Mejide, contempla las ventas de sus libros; incluso contempla cómo le contrata el Canal Cocina.
Paradójicamente, proclama el amor al prójimo desde el odio a determinadas personas, por ejemplo, los políticos o los “imbéciles que cuestionan al mejor equipo del mundo”, refiriéndose al Barça. En mi opinión, se parece mucho a Rouco Varela pero en sentido opuesto en el espectro político. Ambos son mentes cerradas que no reconocen a los que piensan diferente. Nadie cuestiona el derecho a manifestar su opinión pero una cosa es opinar y otra muy diferente es abanderar una campaña. Mediáticamente demuestra que su misión es desprestigiar la política más que la preferencia por los pobres.
Hay religiosos con especial apetencia a los medios de comunicación que pasarán a la historia por hacer más política que cualquier otra cosa. Sor Lucía se cree que sus ideas son la última bebida refrescante del desierto, cree que nos abre el cielo como si los demás no hubiésemos oído nunca una idea transgresora cuando la realidad es que la teología de la liberación cuenta ya con más de 40 años de historia. Es un auténtico esperpento que la comunión de la Iglesia y la unión en la diversidad queden relegadas constantemente por las lecciones que imparten a título personal; ayer un ultraconservador, hoy una comunista y mañana vaya usted a saber.

@cristination_