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por qué no me callo >

¡OK, Glass! – Por Carmelo Rivero

   

Cada vez nos movemos más como bancos de peces, es cierto que avanzamos, pero al tipo que hay que temer es al que está fuera de la pecera siguiéndonos con la mirada. Mañana, martes (con la luna bañada en sangre al inicio de la tétrada de eclipses), se ponen a la venta, a 1.500 dólares, las muy famosas e interactivas gafas Google Glass, para clientes perfectamente cobayas de la fauna digital. Se lanzan primero en EE.UU, y en mayo, por lo visto, en Reino Unido (pero David Cameron seguro que ya las trajo en el equipaje a Lanzarote). El invento se anticipa al futuro, como le gusta decir a la IBM, que publica anualmente su five to five, el informe de los cinco avances tecnológicos de los próximos cinco años. En las predicciones del gigante centenario que lleva el mundo en la cabeza figuran adelantos que están a la vuelta de la esquina: las pizarras y paredes de las aulas señalarán a los alumnos más torpes; el ADN jubilará al estetoscopio en el bolsillo del médico; tendremos un poli online personal, que nos conocerá mejor que nosotros mismos y nos sacará de apuros; el móvil nos prevendrá de atascos, y volveremos a comprar en la venta mejorada tecnológicamente. Google redime ahora al empollín de las tiras de Zipi y Zape promoviendo un prototipo de gafudos electrónicos (ojo, al parche) con estos anteojos petulantes que hacen fotos y llamadas, graban videos y navegan por Internet con solo oír nuestra voz, antes de que nos lean la mente, supongo, en una próxima versión, sin abrir la boca. Se accionan mirando al cielo y diciendo: “¡OK, Glass!’ Con eso basta. El traumatólogo Pedro Guillén ya ha operado con ellas. No cuesta decir en Semana Santa que con estos gadgets para esnobs adaptados al cuerpo humano, como los relojes inteligentes de Apple a final de año, Dios no gana para falsificadores. Clonamos ovejas, desciframos el genoma, pillamos el bosón de Higgs y fabricamos cromosomas sintéticos que insinúan que lo próximo es la vida artificial. Frankenstein nacerá con la tablet incorporada y llevará unas Ray-Ban sospechosas en un día nublado. Las nuevas corporaciones del mundo digital conocen nuestros renuncios por los mensajes que borramos y nos venden lo que queremos porque saben lo que pensamos a solas. Estamos en manos de los amos de Internet. Hasta que un día, como augura el filósofo Dan Dennet, la red se caiga y nos entre el pánico.