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La procesión va por dentro

   
Consejo de Gobierno,

Paulino Rivero, con sus apóstoles en el Consejo de Gobierno. | DA

DOMINGO NEGRÍN MORENO | Santa Cruz de Tenerife

En el pecado llevan la penitencia. Los feligreses se rasgan las vestiduras porque, lamentan afligidos, sus votos han servido de muy poco. Claman al cielo y es como si escupieran para arriba. Les prometieron amor eterno y recibieron un castigo del destino.

El quejido popular obliga a litúrgicos actos de constricción que encarrilen a los parroquianos desviados del credo institucional. Cuando personas o países enteros se apartan del testimonio de sus representantes públicos surgen grandes discrepancias en los santuarios de la democracia que derivan en confusión y pérdida de autoridad. Los costaleros cargan con la culpa y los sumos sacerdotes de los partidos practican la imposición de manos. La procesión va por dentro, con la cruz a cuestas. Al monte de los olvidos de Las Moraditas de Taco ascendieron Paulino Rivero y Fernando Clavijo para, lejos del templo de los fariseos, desterrar las rencillas y planificar el futuro. Se fragua una coalición en CC con vistas a la consagración del candidato. A los dos les conviene sellar la reconciliación, sabedores de que el perdón abre el camino de la salvación y de que la expiación procura una revelación.

El carisma no basta. Además de expresivo, un líder debe ser resolutivamente eficiente. De la congregación cardenalicia tinerfeña en el máximo órgano de Coalición Canaria entre congresos, cuatro prelados abrazan la fe del presidente autonómico por once que profesan obediencia al alcalde de La Laguna, ciudad Patrimonio de la Humanidad donde reside el Cristo. Pero la lealtad política no es un mandamiento de la Biblia. En el sacramento electoral de los nacionalistas, la verdad se bendice en el púlpito del sermón de las siete palabras. Este podría ser el trato: Rivero repite y Clavijo va al Parlamento para calentar asiento en aras a un relevo que, en función de los resultados de los comicios de 2015, será tarde o pronto. En previsión de cualquier eventualidad, al igual que con él hizo Ana Oramas, el secretario general insular haría doblete en las listas.

Mientras el ruiseñor del mesías canta che tchu-tchu che-rit y deposita tres o cuatro huevos a la vez, José Miguel Pérez reza para que Paulino Rivero renueve el nido y Gustavo Matos no despliegue sus alas. Está por ver si el cónclave de CC será, como está fijado, en junio o después de las primarias del PSOE canario. Los socialistas ya no están tan seguros de que su proceso interno vaya a consumarse en septiembre.

Resignado por la pascua que le ha hecho Alfredo Pérez Rubalcaba al colocarlo de acólito de Elena Valenciano en el altar del concilio de la gracia del espíritu santo, el exdirigente regional del PSOE oficia ideológicas ceremonias de exorcismo para expulsar los demonios del PP, que, según su dogma, han traído una plaga de calamidades. El exministro tampoco ha borrado de su memoria el recuerdo de que fue sacrificado en nombre de la gobernación de la Comunidad Autónoma. Ocurre que una de sus virtudes es la paciencia jesuítica.

En el último pleno de la legislatura, el eurodiputado cumplió la misión de conjurar el fraude presupuestario en la UE.

De autoflagelación se interpreta el repentino entusiasmo de Asier Antona por la OTAN, lo que le valió una lapidación virtual ante las instalaciones militares de El Fuerte, en Breña Baja. Para su consuelo, el álter ego de José Manuel Soria contempló cómo Dolores de Cospedal recorría la sede del PP en Las Palmas de Gran Canaria sujetada por los cofrades del señor Cañete.
De sermones vamos sobrados. Pablo Iglesias abarrotó el Espacio Cultural Aguere en la presentación de Podemos, un proyecto de “gente normal” que juramenta multiplicar los peces.

En el desierto predica Jerónimo Saavedra, profeta de las sagradas escrituras de la justicia social. El diputado del (sentido) Común declara “obstruccionistas” a casi un centenar de administraciones por ignorar las súplicas del alto comisionado.

Alegrémonos, que después del sufrimiento viene la redención. ¡Aleluya!