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Tal día como hoy, gracias – Por Félix Díaz Hernández

   

Revisando eso que ahora llamamos archivos y que entonces eran recuerdos; me asaltan imágenes, pequeños fotogramas de mi vida de cuando apenas levantaba unos palmos del suelo. Su mera presencia infundía tranquilidad y sosiego en casa; en la calle, a su lado, te sentías seguro, intocable, protegido. Supongo que todas esas cualidades, junto con otras muchas, son definitorias y esenciales en el trazado básico de eso que reconocemos como una figura paterna.

Con los años aquel padre que era compañero de juegos en ocasiones, otras veces instructor de ciclismo elemental en lo que hoy es Residencial Anaga, aprendiz, como yo, de pescador de costa y a la vez monitor de natación; fue dejando paso a un hombre, como todos, de carne y hueso, con preocupaciones a flor de piel, sensible y con un enorme sentido de responsabilidad sobre su familia.

Acostumbrado a trabajar desde muy joven empezó, como otras tantas familias canarias durante la segunda mitad del siglo XX, en tierras venezolanas. Antonio siempre ha sido un hombre tranquilo que disfruta con las cosas sencillas y que adora la paz del hogar. Taxista fue su última parada laboral antes de jubilarse y tener tiempo para caminar, cuidar el jardín, el bricolaje casero y abandonar los madrugones o las noches sin dormir detrás del volante.

Cada uno de nosotros también somos, en parte, nuestros padres. En mi caso no sólo por genética o familiaridad, también por haber aprendido de él valores que me acompañarán toda la vida y porque apoyó decisivamente mi elección de itinerario vital. Ahora que cumple 70 años, de los que he compartido con él 42, podría escribir mucho más al respecto, pero creo que lo sencillo y lo más justo es darle las gracias.

@felixdiazhdez