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Ya hay trabajo – Por Jorge Bethencourt

   

Quien no tiene trabajo tiene hoy ya la esperanza de conseguirlo”, ha dicho Rajoy. Ya saben los 370.000 canarios que están en paro. Mañana se me van a la calle y se me ponen a elegir en dónde quieren conseguirlo. Caso de que no haya trabajo disponible -ni siquiera en La Esperanza- me hacen el favor de enseñarle a los empresarios las declaraciones del presidente del Gobierno. Como si en el aeropuerto le piden a usted el certificado de residencia puede enseñar las declaraciones de la ministra de Fomento. Y si el empresario o la persona de la compañía aérea se limpian el trasero con los recortes del periódico, usted tranquilo. Es lo que pasa cuando uno es tan tolete como para creerse las boberías que sueltan una y otra vez esta tóxica generación de demagogos que nos ha tocado en mala suerte padecer. El Gobierno que ha subido impuestos a mansalva, como jamás ningún gobierno había hecho, y que además ha llevado la deuda pública hasta los alrededores del billón de euros; el cien por ciento del PIB nacional… El Gobierno que ha elegido mejorar la productividad a través de una dolorosa devaluación fiscal, bajando salarios y aumentando los costos laborales… El Gobierno que para salvar la Hacienda pública ha decidido erradicar las inversiones y empobrecer a la población en índices nunca vistos… Ese Gobierno, si aún poseyera algún atisbo de vergüenza torera, no debería atribuirse ningún mérito por la recuperación económica.

Como tampoco la oposición que, cuando estaba en el Gobierno, liquidó el superávit del país tirando el dinero en la alcantarilla de medidas improductivas, subiendo también los impuestos directos e indirectos y gestionando el principio de la crisis como una calamidad bíblica. Ninguno de los actores políticos de este país ha hecho lo más mínimo por la recuperación económica de España. Se han mantenido los servicios públicos y la asistencia social sobre las costillas de la inversión pública y los contribuyentes españoles, no sobre la reforma del tamaño de la administración. Empleados privados y públicos han pagado con sus sueldos el costo de mantenernos a flote. Y nuestros hijos, nietos y bisnietos tendrán que pagar la deuda gigantesca que hemos creado hoy. Lo menos que podrían hacer todos estos es callarse la boca.