Los problemas internos y externos -léase europeos- que tiene España no se arreglarÃan solo con transparencia, pero al menos podrÃan entenderse mejor, de modo que todos los agentes polÃticos, económicos y sociales podrÃan conducirse con una hoja de ruta en sus manos que le permitiera adoptar sus propias decisiones, ya fuesen en sus empresas, en sus familias o con sus votos. Por desgracia, este déficit democrático no es solo atribuible al Gobierno, sino también a la Oposición, a menudo cómplice. Dos ejemplos de la desorientación general: uno tiene que ver con Cataluña, el otro con las elecciones europeas. Vayamos por partes.
Desde Madrid suele decÃrsele a la gente que si Cataluña se independiza lo pasarÃa muy mal, fuera de la Unión Europea. Con independencia de que eso sea cierto, que a la larga no lo serÃa, lo que no se le explica a los españoles no catalanes es que el Estado español, ya de por sà inviable a dÃa de hoy, al menos en términos de déficit público y de deuda, todavÃa estarÃa peor sin Cataluña. Dicho ya con dos ejemplos: ¿cómo se financiarÃa España si más del 20% de su PIB desapareciese? y ¿cómo serÃan las pensiones de sus ciudadanos, una vez desgajada Cataluña de España? Pues bien, lejos de afrontar estas dos realidades concretas y de encarar el problema de Cataluña, Madrid se envuelve en la Constitución, que es un libro sin duda valioso pero un libro cuyas páginas se pueden cambiar. Desde Europa se nos dice, con razón, a los españoles que son necesarios más ajustes, dado el nivel del déficit presupuestario y de la deuda, pero no se nos dice cómo puede ayudar el Banco Central Europeo (BCE), sino que se nos invita a votar el 25 de mayo, a sabiendas de que el BCE queda fuera del control democrático, del mismo modo que otras polÃticas que se reserva Alemania, poniendo el BCE y la Comisión Europea a su disposición; al menos en todo aquello que le interesa de verdad. Esta pobre idea de Europa puede ser interesante para Alemania, que sigue creciendo, creando empleo y reduciendo su deuda, pero es evidente que no sirve de mucho para paÃses como España. A este paso, ni siquiera para Francia, lo cual quizá marque un antes y un después.