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Terrorista o pacifista – Por Juan Manuel Bethencourt

   

Gerry Adams fue el fiero dirigente del movimiento republicano de Irlanda del Norte, claramente asociado con su brazo armado, el IRA, de legendaria y criminal eficacia. También fue el muñidor de los acuerdos de Viernes Santo entre los Gobiernos de Irlanda y el Reino Unido que pusieron fin a la violencia enquistada en el Ulster. ¿Fue más una cosa que la otra? Qué pregunta tan difícil, porque lo cierto es que el líder del Sinn Féin fue primero una cosa y luego otra. Ahora el pasado ha venido a visitarle en forma de detención temporal como posible inductor del asesinato de una pobre viuda con diez hijos a su cargo, un crimen despreciable -todos lo son, pero algunos casos, como el de Jean McConville, espantan por su crueldad- cometido en 1972, en plenos años de plomo entre el grupo terrorista norirlandés y el Ejercito británico, con Belfast como icónico escenario, un espacio segregado entre muros, pintadas y puestos de vigilancia. ¿Es justo pedir cuentas a Adams por unos hechos cometidos hace cuatro décadas, cuando la espiral de violencia campaba a sus anchas, cuando cualquier entendimiento entre los independentistas y el Gobierno de Su Majestad parecía imposible? Otra pregunta sin respuesta.

Hasta el camino por el que ha sido incriminado el líder histórico del Sinn Féin parece alambicado, las grabaciones de un terrorista del IRA ya fallecido para un trabajo de investigación universitario y además localizado en Boston, reserva espiritual y financiera del movimiento que abogaba por la anexión del Ulster a la República de Irlanda. De modo que han sido los propios colaboradores de Adams los que le han metido en este aprieto de improbables consecuencias judiciales, pero de evidentes connotaciones políticas. Hay algo que los señores de la guerra reciclados como líderes de la paz tienen que entender de una vez: su pasado no se puede borrar de un plumazo, no se puede (ni debe) estar en misa y repicando, el Premio Nobel de la Paz no es una garantía de bondad infinita ni un bálsamo que todo lo cura. Los hechos cometidos por Adams en su pasado violento existieron, aun y cuando no tenga nada que ver con el despiadado asesinato de la señora McConville, al que no se puede definir lacónicamente como “un error”, como ha dicho el propio Adams en una afirmación que le delata, pues revela que no está dispuesto a pedir perdón. Gerry Adams es una figura política de primer orden, y un hombre sin el cual no se entiende la actual situación del Ulster, donde ha cedido la violencia, aunque no el odio. Pero, por favor, que tampoco sea considerado el Mandela europeo. Y lo que vale para el Ulster vale para otros sitios. Para Euskadi, por ejemplo.

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@JMBethencourt