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Muertos a carcajadas – Por Miguel L. Tejera Jordán

   

Pido permiso al director de este medio, el colega y sin embargo amigo, José David Santos, (coletilla siempre indispensable en semejantes casos), así como a mis pacientes lectores, para que entiendan mi estado generalizado de cabreo por vivir en una tierra que ya no sé si es un paraíso, el infierno, o el limbo de la tontería. Al director, le ruego, concretamente, la licencia de unas cuantas líneas de más sobre las previstas.

1.- El Cabildo de Tenerife acaba de conceder la Medalla de Oro de la Isla a la Capitanía General de Canarias (hoy Mando de Canarias, con sede en la Plaza de Weyler).

2.- El Cabildo de Tenerife acaba de librar 802.000 euros para la reparación de las cúpulas de la iglesia de San Marcos de Icod.

3.- El presidente del Gobierno de Canarias, que pronto dejará de serlo…, pedirá al rey, que todavía no es, que le ayude a frenar las catas petrolíferas que Repsol se dispone a efectuar en aguas del archipiélago.

4.- El obispo de la Diócesis Nivariense alaba al santo José de Anchieta y exalta su ejemplaridad frente la precocidad sexual de nuestra juventud de hoy en día.

5.- El alcalde de Santa Cruz pedirá a Puertos del Estado que traslade las plataformas petrolíferas atracadas en Cabo Llanos porque afean la estética urbana de la capital y espantan a los turistas.

6.- Paulino Rivero aparece en la prime time de los telediarios del país, coronado por un caquerito majorero y/o conejero, mientras descansaba en La Graciosa de las actividades que le tienen tan exhausto… Quedó muy mono. Realidad de nuestra tierra y de la población de las siete islas: a) el número de parados ha roto todas las calculadoras que se venden en los indios; b) los desahucios ejecutados desde La Palma a Fuerteventura superan los granos de arena de las dunas de Maspalomas; c) según el Ministerio de Sanidad del Estado, no hay un plan de cuidados paliativos para los niños de Canarias; d) 43.000 isleños sufren enfermedad pulmonar crónica. Si sigo así, se me acaban las letras del abecedario.

Réplica al punto 1: los militares vinieron a Canarias para defender las islas. Se les paga por ello. Sobran el oro y las medallas. (¡Cuánto me acuerdo del almirante Nelson!).

Réplica al punto 2: el casi millón de euros que se abona por restaurar San Marcos debería pagarlo el Obispado, no el Cabildo, a menos que el patrimonio eclesiástico (en su totalidad) pase a patrimonio público (y no tengo nada en contra de los icodenses; ni contra los laguneros, cuyas cúpulas catedralicias también han sido reparadas con dineros del pueblo).

Réplica al punto 3: el presidente del gobierno de Canarias, que pronto dejará de serlo…, no tiene nada que pedirle al rey que aún no es. Si Paulino es el bueno de la película – cosa que dudo – sólo tiene que fajarse a tiros (electorales, se entiende) con el feo y el malo de la misma, es decir, con Soria, que entre los dos nos están trayendo de calle.

Réplica al punto 4: el obispo que se calle. Que está recibiendo dinero de la “X” del IRPF de toda clase de seres humanos y sujetos fiscales. Incluyendo homosexuales, lesbianas y procaces y precoces, señor perlado (perdón, quise decir prelado). A ninguno de los cuales les va a devolver la asignación que aportan a su corporación clerical de ávidos recaudadores ensotanados. Por más que sus inclinaciones sexuales no sean del agrado del perlado. ¡Y que deje en paz de una vez al padre Anchieta, que lleva muerto ni se sabe!

Réplica al punto 5: Bermúdez no ha aprendido nada del fallecido alcalde de Bilbao, el admirado Azcuna: gran ciudad, gran puerto, trabajo, dinero, economía…Aquí, ciudad y puerto cutres y de pena.

Puntualización al apartado 6º: aunque la mona se vista de seda y acuda a la ópera de Barcelona, mona se queda…

Postdata: el presidente del Parlamento de Canarias, Antonio Castro; el vicepresidente, Manuel Fernández y el secretario, José Miguel González, han donado sangre al Instituto Canario de Hemodonación y Hemoterapia. Así que huyamos de las transfusiones. Por un tiempo. No sea que nos peguen el virus de la politoalferecía, enfermedad que produce convulsiones mortales provocadas por constantes y consistentes ataques de risa que terminan con el vivo. Muerto de carcajadas…