La carrera polÃtica de Willy Meyer, el veterano y eficiente eurodiputado de Izquierda Unida, ha terminado, al menos temporalmente, de un modo un tanto abrupto y extraño. Resulta que, en su condición de miembro de la Cámara de Estrasburgo, se acogió a un plan de pensiones instado por la propia institución, pero gestionado por una sociedad de inversión de capital variable (sicav) con sede en Luxemburgo, ese paraÃso fiscal ubicado en el corazón mismo del proyecto europeo. Meyer ha renunciado por una cuestión de coherencia, y hay que decir que el eurodiputado cesante se ha puesto el listón altÃsimo a sà mismo, pues desde el punto de vista legal no hay irregularidad alguna en su proceder, que además comparte con los cabezas de lista del PP y el PSOE en las pasadas elecciones europeas. En efecto, Miguel Arias Cañete y Elena Valenciano están también suscritos al citado fondo de pensiones, al igual que una exeurodiputada de tanto renombre como Rosa DÃez. Todos ellos sucumbieron a una promesa fácil que además era impulsada por la propia Eurocámara, lo que concedÃa al asunto no sólo una credencial de evidente legalidad, sino también una pátina de legitimidad. Aquà hay que resolver un interrogante: ¿sabÃa Meyer que ese plan de pensiones presuntamente inocuo era gestionado desde las entrañas del sistema financiero al que demonizaba en sus discursos? Es una cuestión difÃcil de deslindar, pues nadie puede esperar que los bancos, sala de máquinas del capitalismo, vayan a desaparecer a corto ni largo plazo (ni conviene). De modo que, incluso desde la crÃtica más acerada contra el sistema, los servidores públicos trabajamos dentro del mismo, a veces con desagradables consecuencias, en otras con soluciones paradójicas.
Podemos, el partido de la izquierda emergente, ha crecido amparado en las redes sociales, que no son ONGs, sino multinacionales estadounidenses (Facebook, Twitter) criadas por inversores que tienen un despacho en Wall Street y otro en Silicon Valley. ¿DeberÃa Pablo Iglesias obviar esta formidable herramienta de comunicación? Por supuesto que no, y serÃa estúpido si lo hiciera (que no lo es). La dimisión de Meyer tiene que ver, pues, con una cuestión de coherencia. No se debe meter el dinero en una sicav si al mismo tiempo se las critica con fiereza. Este error de cálculo le ha costado el cargo, pero una decisión tan drástica, me atrevo a afirmar, no resta crédito a su partido, Izquierda Unida; quizá lo contrario. Y una última cosa: es el Parlamento Europeo el que debe renunciar a la groserÃa de recurrir a instrumentos de ahorro reservados a los ricos. Y, por favor, que una mayorÃa polÃtica aborde de una vez la obscenidad de los paraÃsos fiscales en nuestro territorio.
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@JMBethencourt