Un paripé. Una simulación. Un acto de hipocresÃa. Eso, no otra cosa, habrá sido la entrevista entre el presidente canario, Paulino Rivero, y el de Repsol, Antonio Brufau. Se guardarÃan las formas, se mantendrÃa el buen tono, la diplomacia, la cortesÃa y la educación. Pero nada más. Rivero comunicarÃa a su interlocutor que el pueblo canario está contra las prospecciones petrolÃferas de la multinacional española y sus socios; que turismo y petróleo son incompatibles y que Repsol deberÃa entender que se enfrenta a una opinión pública muy sensibilizada con este asunto y al parecer contrario de varias e importantes instituciones autonómicas y locales. Como remate final, le pedirÃa la paralización de los trabajos previstos en el subsuelo marino, a unos 60 kilómetros de las Islas, al menos hasta que se celebre la prometida consulta popular o se llegue a un acuerdo entre las tres partes interesadas -Repsol y gobiernos central y autonómico canario- que satisfaga a este último, metido de lleno en un callejón sin salida y con un referéndum imposible de celebrar o que, de llevarse a cabo, será un apaño tramposo, sin valor jurÃdico, sin censo oficial, sin nada. Y le habrá reiterado por último que se opondrá con todas sus fuerzas, con medidas polÃticas, jurÃdicas y sociales, a que siga adelante la búsqueda de petróleo y, en su caso, su exploración y comercialización. Supongo que Brufau le dirÃa al presidente Rivero que entiende y respeta, aunque no comparte, su postura, la de las instituciones canarias que se oponen y la del pueblo llano. Que turismo y petróleo son perfectamente compatibles. Que lo que pretende su compañÃa está dentro de la ley y cumple las exigencias medioambientales y de otra Ãndole que prevé la legislación vigente. Y que como presidente de Repsol -no puede hablar por la firma alemana RWE ni por la australiana Woodside, socios en las prospecciones- debe atender al fin socioeconómico de la empresa y defender sus intereses y los de sus 500.000 accionistas, en su mayorÃa pequeños ahorradores. Por diplomacia, no le habrá hablado de Marruecos y su búsqueda de hidrocarburos al lado mismo de Repsol, ni de los posibles beneficios vÃa impuestos y empleo que recibirÃa Canarias gracias al petróleo y al montaje de una base logÃstica para atender el suministro del ‘barco de posicionamiento dinámico’ desde el que se efectuarán las prospecciones. Tampoco le habrá preguntado si el gobierno canario estarÃa dispuesto a correr con la indemnización que, por eventuales perjuicios y posible lucro cesante, podrÃa reclamar Repsol si se paralizara el expediente administrativo en curso sin causa justificada. En resumen, todo habrá sido un diálogo de besugos. Y una lamentable pérdida de tiempo.