Las primarias en el PSOE han sido un paso importante pero insuficiente para que este partido recupere el pulso de la sociedad y la confianza ciudadana. En un desierto ideológico en el que camina el socialismo europeo, el español no ha dado muestras de tener un discurso polÃtico y económico que sea creÃble y diferenciado tanto de quienes lo adelantan por la derecha como por la izquierda. El socialismo se ha quedado en una tierra de nadie porque no ha puesto en práctica polÃticas diferenciadas a las que abandera la derecha moderada. Los mensajes que lanzan ahora contra las polÃticas de austeridad, la restricciones en el estado de bienestar, no tienen credibilidad, cuando fue el último Gobierno de Zapatero quien abrió la tapa del desagüe por el que empezaron a marcharse estos avances, mientras que el PP lo único que ha tenido que hacer es darle una vuelta más al grifo para que la sangrÃa fuera más rápida. A ello hay que sumar el fiasco del socialismo francés, que terminó por dilapidar las últimas gotas de confianza en que otra polÃtica, fuera del ámbito de los extremismos, era posible. La tarea de Pedro Sánchez será titánica si quiere levantar a este moribundo Partido Socialista, porque la sociedad no está para componendas y a quien durante tantos años le ha dado crédito, ahora se lo va a cobrar con intereses más altos que la banca.
La izquierda sociológica de este paÃs se ha cansado del voto útil al comprobar en sus carnes que el PSOE, si manda el capital, es capaz de recortar los derechos laborales, en educación, cultura y sanidad, y cambiar la Constitución para salvar el sistema. Ese es el estereotipo de PSOE que mucha gente que antes votaba como mal menor a estas siglas tiene ahora delante. Como en Cataluña, donde el voto está desplazándose a quienes manejan un discurso más coherente. Esta situación no la arregla una cara nueva, un salto de imagen o un cambio de generación. Esto requiere discurso y congruencia con unas siglas que tienen que recuperar aquello que las hacÃa diferentes a otros modelos sociopolÃticos y volver a conquistar el corazón de una parte de la población con quien se entendÃa, fundamentalmente la clase media. Y es una tarea urgente porque a este ritmo dentro de muy poco tiempo esta clase dejará de existir. Entonces será el tiempo de los mesianismos, no de la democracia.