Algún verano fui al Archivo General de la Guerra Civil Española -cuyo contenido y función heredó el Centro Documental de la Memoria Histórica desde 2007- en busca de datos sobre sus secuelas en Canarias donde, pese a la lejanÃa del frente, se padecieron acciones de extrema crueldad. Tuve siempre una fina atención a mis demandas, que sobrepasaba el deber de los funcionarios y, desde los ochenta, hablé elogiosamente de la entidad. Hace unas semanas escribà del contencioso movido por Policarpo Sánchez, sobre los papeles devueltos a la Generalitat catalana, donde se colaron legajos de otras comunidades y de propiedad privada que deberán volver a Salamanca. Leo ahora con alegrÃa que el Ministerio de Cultura -con ánimo de reparación- activa los fines de la Ley de la Memoria Histórica y quintuplica sus fondos, que se ubicarán en los edificios actuales y en una tercera sede, en solar de cesión municipal, donde se custodiarán los sÃmbolos de la dictadura, retirados por imperativo legal. La inversión supera los diecisiete millones de euros y su expresión visual es el paso de los seis kilómetros de estanterÃas lineales a los más de treinta previstos para acoger los archivos del Movimiento Nacional y la Organización Sindical, asà como el grueso documental del Partido Comunista de España y de las fundaciones Pablo Iglesias, Largo Caballero y Primero de Mayo, en correspondencia a las ayudas estatales para sus actividades. También y mediante legados y adquisiciones se sumaron archivos de varios paÃses y de polÃticos de la Transición, como JoaquÃn Garrigues Walker, Alfonso Osorio y, sobre todo, Antonio Fontán Pérez (1923-2010), miembro del Opus Dei y director del Instituto de Periodismo de Navarra y catedrático de la Complutense, editor del diario Madrid acosado y cerrado por la censura franquista y, desde su obediencia cristiana, aguerrido defensor de las libertades. Fue senador y presidente de la cámara alta en el ciclo constituyente, diputado en la I Legislatura (1979-1982) y ministro de Administraciones Públicas (1979-1980) con Adolfo Suárez al frente del ejecutivo y de Unión de Centro Democrático. A lo largo de su vida, el culto sevillano reunió espléndidas colecciones bibliográficas y hemerográficas -entre ellas la colección del emblemático diario, incluido el expediente de clausura- que resultan imprescindibles para entender y medir el calado y la saña de la represión franquista sobre sectores monárquicos y católicos, condiciones ambas que concurrÃan en la persona de Fontán.