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Las Mesas – Por Leopoldo Fernández

   

Me parece obligado señalar que hoy no escribo desde la neutralidad y la observación desapasionada, sino que lo hago con cierto grado de amargura y vehemencia. Y es así porque lo que desde hace una decena larga de años viene ocurriendo con el parque santacrucero de Las Mesas es el vivo ejemplo de la desidia, el abandono y la irresponsabilidad política. El mejor, por no decir único, parque periurbano de la capital, ubicado dentro del parque rural de Anaga, no levanta cabeza y a lo largo de tanto tiempo ha sufrido un deterioro progresivo. Como usuario regular del lugar desde hace un cuarto de siglo, puedo afirmar que, por falta de atención y vigilancia, el parque ha perdido pérgolas, bancos, barandillas, escaleras, losetas, árboles, cableado eléctrico y equipamiento diverso. Los gamberros y los amigos de lo ajeno vienen dejando su huella de manera sistemática y han robado todo lo que han podido. Hasta algunos mal llamados cazadores entran ilegalmente en el recinto para cazar o entrenar a sus perros, que una de las veces atacaron inopinadamente al mío y no lo mataron de milagro. Los antiguos senderos están prácticamente destrozados desde el 31 de marzo de 2002, tras la tormenta tropical Delta, y el mantenimiento de los equipos de riego por goteo no puede ser más lamentable: ayer mismo he contado hasta ocho fugas, dos de ellas monumentales, ya que el agua sale a borbollones y así permanece durante horas, mientras está programado el riego, que obviamente no cumple su función. No existe vigilancia, cuidado, ni limpieza, y de existir ésta, no es sino, en todo caso, de una vez por semana. Con lo que la suciedad y los restos de comidas y meriendas se acumulan durante días, en los que sirven de alimento a perros y gatos y de desagradable recordatorio oloroso a los paseantes que acuden al parque, pese a la prohibición establecida. Hace unos años, entre seis y ocho empleados cuidaban regularmente el recinto recreativo, plantaban y podaban árboles, realizaban un aceptable servicio de limpieza y los lunes se esmeraban por dejar todo a punto, tras los incívicos descuidos de cada fin de semana, sobre todo en merenderos y zonas de barbacoa. En lugar de cuidar los senderos y mantener los aparcamientos, las autoridades -mediante la convocatoria de un concurso de ideas- empezaron la casa por el tejado y, dejando para el final sendas, zonas ajar dignadas, deportivas y de paseo y la pérgola serpenteante que recorre el parque, decidieron levantar primero un mirador, más el centro de visitantes, cafetería, baños, sala de exposiciones, etc. Diferencias con la contrata y entre las autoridades han detenido luego la obra de rehabilitación, con lo que la mejor zona de ocio y esparcimiento de la capital sigue esperando su oportunidad.