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Deporte de riesgo – Por Claudio Andrada

   

Vivo haciendo equilibrios en una tierra que piso pero que me dicen que no es mía. Cada día es una aventura de supervivencia. Podrán pensar que es una exageración, pero nada más lejos de la realidad. Si no tienes empleo en Canarias y has perdido el paro o las ayudas que da el Estado español, levantarse y asegurarle a la familia que ese día se comerá es un ejercicio y espectáculo de tal peripecia que por presenciarlo en directo bien se podría pagar lo que cuesta una entrada para disfrutar con las acrobacias del Circo del Sol. Que no les hablen a las familias de muchos barrios de las Islas de equilibrios y habilidades para llevar algo sustancioso a la mesa cada día. Eso sí que tiene mérito.

¿Quieren experimentar emociones fuertes? ¿Han decidido que la adrenalina es lo suyo? No se tiren en parapente o hagan puenting, la respuesta la tienen al lado, puerta con puerta. El vecino que todos los días ves salir a comprar a la tienda de la esquina, contando a cada paso las monedas que atesora, es un deportista de élite y un héroe. La mujer que te sonríe a la entrada del supermercado, en realidad es una economista que las circunstancias de la vida la hicieron experta en resolución de problemas domésticos y reparto equitativo. Estas cosas y conceptos que sólo entienden los que carecen de casi todo están generando una nueva especie humana, dotada de caparazones que a diario usan para esquivar la amargura y la desesperación cuando están delante de la gente que quieren. De serie viene dotada esta nueva especie de canarios con un pack de respuestas automáticas que a diario despliegan por sus círculos más cercanos y que la salvan de preguntas incómodas. ¿Qué tal va la vida? -preguntan-. Ahí vamos… -respondemos con puntos suspensivos-. A la espera -pensamos- de que alguno de los que nos interrogan tenga una alegría para nosotros en forma de oferta de empleo que nunca llega. ¿Qué tal la familia? -insisten-. De momento, todos comen, todos bien… -respondemos de nuevo con los puntos suspensivos-. Y en ese instante te das cuenta de que el interés en tus respuestas es lo de menos. En realidad es como si te dieran los buenos días quienes no te conocen, simplemente por cortesía o educación, a la entrada del ascensor. La diferencia es que en lugar de hablar del tiempo ahora se habla de la miseria, mucho más extendido, qué duda cabe, como tema intrascendente para no llegar a la profundidad de las situaciones reales que las familias viven a diario con el padre o la madre, o los dos, haciendo piruetas sobre este alambre de acero en que se ha convertido para muchísimas personas la vida de cada uno de los 365 días del año. Esto sí que es una práctica de riesgo, con el amor, las ilusiones y en ocasiones hasta la propia vida en juego.