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La hermana pobreza – Por Juan Pedro Rivero

   

A Juanjo le preguntaron recientemente, “¿qué quieres ser de mayor Juan José?”. Como si lo supiera desde siempre, el niño respondió que “piloto de aviación”. Le volvieron a interpelar, “¿por qué quieres ser piloto?”, añadió curioso su tío, y Juanjo aclaró “porque se gana mucho dinero”.

De esta forma o de cualquier otra, nos podemos dar cuenta del interés que despierta la riqueza en grandes y pequeños. Tener, tener, tener… Ese afán de tener mucho para vivir bien. Recientemente nos hemos enterado que algunos -con métodos no legales- tienen tanto que difícilmente podrán gastar lo que tienen aunque vivan 300 años. Esta actitud está tan instalada en todos nosotros que dudo un poco si el título de esta reflexión animará o desanimará su lectura.

¿Y si Juanjo hubiera respondido a su tío que de mayor querría ser feliz? ¿Lo hubieran llevado al psicólogo, preocupados por manifestar un pensamiento divergente respecto de la realidad? ¿Para qué nos sirven las cosas, si no nos dan la capacidad de ser plenos y de realizarnos como personas? ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si malogra su vida?
No debemos bendecir la pobreza que impide a los seres humanos ser plenamente humanos. Pero, tampoco, debemos bendecir una riqueza que empobrece a otros y genera inhumanas actitudes que corrompen el cuerpo y el alma de la sociedad y de la persona. La expresión “hermana pobreza” se la debemos a Francisco de Asís que, hijo de un rico comerciante, abandonó el reino del “tener” para edificar la vida en la dicha del “ser”. Esa pobreza, que consiste en no desear más de lo que se necesita es hermana y es hermosa. Produce paz interior y edifica el bien común.

Quienes buscamos en el evangelio predicado por Jesús de Nazaret un criterio que ilumine la vida, descubrimos que es una forma de vida propuesta por Él. Por eso es uno de los “consejos evangélicos” que profesan los religiosos como modelos de vida para quienes desean seguir a Aquel que “… no tenía donde reclinar la cabeza”. La dicha de no poseer como testimonio público del verdadero valor que tienen las cosas. Una dicha.

Y la historia de Juanjo podría ser otra: “¿Qué quieres ser de mayor?”. Él seguro respondería: “Quiero ser feliz, tío”.

*RECTOR DEL SEMINARIO
@juanpedrorivero