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Soliloquio >

Hola septiembre – Por Ramiro Cuende

   

Como lo llaman ahora algunos. Me cuesta, no por nada, me suena mal. Lo mismo que al escuchar el nuevo padrenuestro, me suena a dicho por pasiva. El nuevo mes esta al caer, caiga quien caiga, el llega ¡pues que llegue! Cuando lea este soliloquio estará por aquí. Todo sigue parecido, salvo lo de las herencias y los dineros de los Puyol y los Ferrusola. Es lógico, la vida no deja de ser un continuo, por ahora, y que no cambie. En ocasiones nos gasta alguna que otra putada, casi siempre, obrada por esta especie animal auto denominada “ser humano”, si bien, de todos es sabido que humanidad lo que se dice humanidad, más bien poca. Se trata de una cualidad aparcada, por la odiosa adoración al becerro de oro, actitud que parece casi consustancial al hombre a lo largo de su existencia conocida, unos cinco mil años. Tener sensibilidad o compasión con las desgracias del resto, nuestros asimétricos semejantes, no mola. Quedan para ocasiones especiales, aquellas en las que nos damos algún que otro golpe de pecho; celebraciones, misa de doce, entierros, y alguna otra. Para que hablar de la práctica de aquel logro renacentista, el maravilloso humanismo, santo y seña de esta existencia desde que tuve la oportunidad de descubrirlo, creo que de la mano del profesor Marchan. Aquella forma de pensar que dio por confiar en el ser humano, en su razón y en su capacidad, frente a un Dios condenador, solemne, omnipresente, y mal dirigido por los inhumanos de turno.

No se agobie, la vida vuelve a la normalidad propia de este mes y siguientes. Este que llega podríamos dedicarlo a leer a nuestros clásicos: Cervantes, Quevedo, al Padre Isla, autor de El Tapabocas, a Galdós y otros, probablemente nos dejaría de sorprender mucho de lo que pasa en este occidental país, reino de ninfas y picaros. Los idólatras del parné ajeno, los corruptos de chaqué, los esclavistas y, los practicantes de la taciturnidad negra, nos llevarán, sí o sí, si la política, o Dios no lo remedia, al caos. La otra causa del desastre puede llegar de la otra parte contratante, la de la plétora populista. Ya se habla de una “patología de la acción popular”, de los abusos, al uso, de la fácil denuncia inquisitorial porque sí, o, peor, de la calumnia, que vuela sin cesar cual vientecillo para disfrute de los adoradores de la chola. Ambos dos son los menos, pero mira que escuecen. Mientras, el resto; observa silente. Comprendo los fallos que nacen del esfuerzo, los de la gandulitis, no. Hola septiembre.