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Pedro en ‘Sálvame’ – Por Cristina Molina

   

Cuando los televisores HD llegaron a nuestros hogares la telebasura no dejó de serlo por el hecho de verla a través de imágenes de mayor calidad. Análogamente, el programa Sálvame, que representa la indigencia cultural y moral de nuestra sociedad, no es hoy menos bazofia después de que el secretario general del PSOE haya participado por su cuenta y riesgo. Ciertamente, es un gran valor de Pedro Sánchez estar abierto a todo y a todos. Es el político que más lejos ha llegado con las motivaciones intactas sobre la política como servicio. Por esto resulta especialmente frívola esa claudicación a aspirar a los carismas más elevados, exponiéndose a lo más basto con el argumento de no perder el pulso a la calle.

Sánchez no llamó al Jorge Javier culto e inteligente que algunos dicen que existe. Llamó al conductor de un producto barriobajero que trata cuestiones de mal gusto como cuestiones de Estado y donde los paletos pasan por intelectuales. Hablamos de un programa en el que, por descontado, se habla con la cabeza vacía pero, incluso, se come en directo y se habla con la boca llena. La noticia no es la llamada en directo de Pedro Sánchez. Lo verdaderamente innovador y escandaloso ha sido que el Secretario General del PSOE se haya atrevido a explicitar que esa gente también vota y que los partidos necesitan a esa gente para ganar. La cuestión de fondo es que un número importante de españoles consume a diario un bodrio. El golpe de efecto de Pedro convierte al bodrio en una cuestión secundaria y le da la importancia a la audiencia. Yo necesito votos y ahí los hay por miles, pensó y ejecutó con una celeridad asombrosa. Al final solo cuentan los votos y vale lo mismo el de un señor o una señora de Gran Hermano o Mujeres Hombres y Viceversa que el de uno de Pasapalabra o Saber y Ganar. Esa es la cruda realidad, pero resignarse a ella y sacar provecho es una nueva forma de comunicación política a la que no estamos acostumbrados.
@cristination_