No sé si ese era el momento exacto para aquello que tanto esperaba y ansiaba. Jamás pensó que pudiera pasar… o eso se obligaba a pensar. Pero él, inocente e iluso, guardaba un atisbo de posibilidad dentro de sà de que pudiera suceder. Crédulo, la idea de reencontrarse con el tren que una vez dejó pasar pintaba mejor que aquel cuadro de Turner. Lluvia, vapor y velocidad. Más nÃtido, pero no menos abstracto, su tren se veÃa también envuelto en gotas y humo, aunque sin un papel protagonista. Quien cobraba relevancia en aquel preciso instante era la velocidad. Lenta, muy lenta. Aun asÃ, habÃa pasado demasiado tiempo y ya era hora de llegar al andén. En ese momento. Y puede que no fuera ese el momento: el tren ya habÃa pasado más veces. Las segundas oportunidades se habÃan llegado a convertir en terceras, cuartas. Hasta podrÃa decirse que una quinta hubo. En algunas ocasiones no llegó a cogerlo por miedo, que no desinterés. Sucedió también que no iba a por él, asà que esperó al siguiente. También se lanzó del tren tras cogerlo. Pero no esta vez. En esta ocasión, ahà estaba, una vez más, y no habÃa nadie más en el andén. Nadie más esperando cogerlo. Tan solo estaba él, como siempre y como nunca, ansioso por conseguir saltar y entrar. Más que entrar, quedarse: hacerlo suyo y no bajarse. SerÃa la sexta vez que intentaba adueñarse del tren. SentÃa como, por un segundo, Turner se adueñaba de sÃ, pretendiendo hacerle artista del cuadro en movimiento. Con su lluvia, su vapor y su velocidad. Sin embargo, cuanto más se acercaba, más miedo le entraba. HabÃa sido demasiado tiempo esperando en el andén, demasiados suspiros sin dueño y billetes sin destino alguno. Horas frente a la nada, dÃas sin esperar nada más que una oportunidad. Una oportunidad a la relación, al viaje y al futuro. Una oportunidad que, aparentemente, aparecÃa. Y por primera vez en tanto, aparecÃa la pregunta: ¿y si no debÃa cogerlo? ¿Y si habÃa llegado la hora del cambio? Quizás era esa la verdadera oportunidad. La oportunidad de darse una oportunidad. Puede que ese fuera el momento de dejar de lado ese tren, sus vÃas y su andén, para coger otro. Con distinto pasajero. Darse a sà mismo la oportunidad de darse una oportunidad. O quizás su oportunidad estaba en el tren. En esa sexta oportunidad…
Saltó.