JOSÉ ANTONIO FELIPE | Santa Cruz de Tenerife
Introvertido, tímido, acostumbrado a haber tenido que estar a la sombra en silencio, trabajando, sin quejarse jamás. Así es Roberto Gutiérrez, el portero que ayer defendió la meta del CD Tenerife ante la UD Las Palmas.
La semana vivida por Roberto es digna de un cuento del Negro Fontanarrosa o de Galeano. El portero insular tuvo la oportunidad el año pasado de ser titular después de la marcha de Aragoneses. Jamás alzó la voz mientras le tocó ocupar un lugar en el banquillo, jamás se le escuchó criticar a nadie y, cuando tuvo su oportunidad, se dedicó a hacerlo lo mejor que pudo.
Si no resultó fácil la campaña pasada, cuando tuvo la difícil papeleta de hacer olvidar al meta gallego, más complicado parecía afrontar el derbi de ayer. Con Jacobo lesionado, con todas las miradas puestas en él, el fallecimiento de su padre lo puso en una complicada papeleta: la de tratar de tener la cabeza en un sitio cuando el corazón, roto, estaba en otro lugar.
Pero como algunas de las historias de Fontanarrosa, la de Roberto ayer fue un canto al fútbol, a la grandeza de un deporte que, si no se vive con pasión, es imposible de entender desde una óptica objetiva, desde la óptica del que, aún a día de hoy, cree que este deporte aliena, que es opio para el pueblo, que no es progre. De esos aún los hay.
Pocas ovaciones fueron tan sentidas como la recibida ayer por el meta icodense cuando salió a calentar, como desgraciadamente complicado es ver a dos aficiones rivales respetar, y aplaudir, un minuto de silencio como hicieron ayer grancanarios y tinerfeños en memoria del padre del portero tinerfeñista.
Los blanquiazules, que no llegaban en su mejor momento moral al duelo con los grancanarios, crecieron desde atrás, desde la defensa y desde un portero que, paradójicamente, a pesar de lo complicado de la empresa, se mostró aún más seguro y decidido que en anteriores compromisos.
El gol de Momo hizo presagiar lo peor, con un Roberto Gutiérrez ante el posible vendaval de fútbol y goles que un equipo como la Unión Deportiva Las Palmas amenazaba con ofrecer en el Rodríguez López, pero eso hubiera sido un desenlace demasiado cruel.
Los chicharreros, para muchos con menos fútbol que los canariones, entendieron que sus opciones pasaban por ser agresivos, por no dar un balón por perdido y vaciarse sobre el césped del Helidoro. Así lo hicieron.
Con los de Cervera con la meta rival entre ceja y ceja, los jugadores de Las Palmas amenazaban con peligrosas contras pero sin puntería, acabando, si iban bien dirigidas, en los guantes de Roberto.
Los goles de Aridane y Cristo Martín hicieron explotar al Rodríguez López. Los de Paco Herrera no generarían demasiado peligro…hasta que llegó el tiempo de descuento.
Los blanquiazules, que aún recuerdan aquel derbi en el que el colegiado esperó a que empatara en Gran Canaria Marcos Márquez, contuvieron la respiración cuando Nauzet tuvo la oportunidad de empatar el duelo en un disparo de golpe directo. Pero la historia no podía acabar mal. Roberto llegó junto a su palo derecho despejando la pelota, las dudas, quizás también la tristeza, y dejando el triunfo en casa.