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Una vieja y sana costumbre – Por Francisco Pomares

   

Socialmente se cuestiona cada vez más la ausencia de democracia interna en los partidos, pero en la mayoría de ellos, la democracia está más presente de lo que está fuera, en lo que pomposamente llamamos sociedad civil. Porque la democracia no es una milonga utopista, un divertimento basado en la energía de la juventud, la ilusión y la unanimidad, sino un ejercicio práctico de confrontación de intereses y de creencias, en el que la clave no es que triunfe la decisión de las mayorías, sino que esa decisión se produzca respetando a las minorías y aplicando normas y mecanismos garantistas que a veces resultan extraordinariamente complejos. Hasta hace muy poco -este mismo viernes pasado- Coalición Canaria elegía a sus cargos públicos y hasta el último congreso incluso a sus cargos orgánicos, por un indecente y antidemocrático sistema de cooptación y cuotas por familias de poder.

La cáscara externa y el discurso eran los de una fuerza política democrática, pero la realidad es que casi todo se decidía más por decantación que por consenso entre diez o doce capitanes de partido, instalados la mayoría en las instituciones públicas. Eso comenzó a cambiar en el último congreso, y debe seguir cambiando. José Miguel Barragán, secretario general de Coalición Canaria ha anunciado que pondrá su cargo a disposición de la permanente de su partido este viernes. En principio no se trata de una dimisión formal, sino de una dimisión condicionada a que sea aceptada por los nuevos. En una tierra en la que la gente no conjuga el verbo dimitir -muchos creen que dimitir es un patronímico eslavo-, el gesto de Barragán recupera una vieja y sana costumbre de las organizaciones democráticas. Si ganan los otros -que son parte de los míos, porque militan en mi mismo partido- uno ofrece irse. Y que los otros deciden. Barragán ha entendido que la elección de Clavijo no es sólo una elección de candidato. Es un cambio de ciclo en el partido. Lo más probable es que Clavijo y los suyos sean sensatos y no precipiten esa dimisión, que esperen hasta la celebración de un Congreso ordinario. Barragán apostó claramente por la opción Rivero -extraño sería que no lo hubiera hecho, siendo secretario general de su ejecutiva-, pero mantuvo públicamente la neutralidad de la secretaría general y garantizó que el proceso de selección del candidato se realizara de acuerdo a parámetros democráticos. No ha estado con el equipo que ganó, pero un partido político debería funcionar integrando disidencias internas, no cortando cabezas.